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África de las Heras, la española que creó (desde Uruguay) la red de espías de la KGB en América del Sur

Su identidad en clave para la KGB fue Patria. Pero África de las Heras -como la bautizaron en la ciudad española de Ceuta en 1909- tuvo muchos nombres.

En la lápida de África de las Heras aparece destacada la palabra "Patria", el nombre por el que la conocían en la KGB. FOTO TOMADA DEL LIBRO MI NOMBRE ES PATRIA.

En la lápida de África de las Heras aparece destacada la palabra "Patria", el nombre por el que la conocían en la KGB. FOTO TOMADA DEL LIBRO MI NOMBRE ES PATRIA.

En México la conocieron como María de la Sierra. Y en Uruguay -desde donde coordinó la red de espionaje soviético en América del Sur en plena Guerra Fría– la llamaban María Luisa.

Pero, ¿cómo llegó a convertirse la hija de una familia acomodada vinculada al ejército español en una de las agentes de la KGB más relevantes en América Latina?

¿Qué la llevó a ser guerrillera en Ucrania y agente encubierto en París y México, esposa del reconocido escritor uruguayo Felisberto Hernández, profesora de espías en Moscú?

De las Heras crece y adquiere conciencia política en un momento de gran agitación en la historia de España.

El 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República. Y la joven acomodada, que había contraído matrimonio con un oficial de la Legión, empieza a establecer contactos -primero en la ciudad norteafricana de Ceuta y después en Madrid- con círculos socialistas.

De la Guerra Civil a la muerte de Trotsky

Su compromiso ideológico se consolida cuando se traslada a Barcelona tras golpe de Estado del general Franco contra el gobierno republicano el 18 de julio de 1936. Allí -en plena Guerra Civil- conoció a dos personas que marcarían su vida: Caridad Mercader y su hijo Ramón, el futuro asesino de Trotsky.

De la mano de Caridad, África se aproxima a la inteligencia soviética.

Ella participa en ese momento en las patrullas milicianas y en detenciones y en interrogatorios ilegales a gente que era considerada partidaria del golpe de Estado. Hay testimonios que la ubican en una de las ‘checas’, las cárceles clandestinas”, le dice a BBC Mundo Javier Juárez, autor de Patria, una española en el KGB, una biografía de África de las Heras.

“Pero para situar a África en la inteligencia soviética hay que remitirse a Eitingon y a Alexander Orlov. Ellos son los dos introductores de África en la inteligencia soviética”, agrega el periodista.

Orlov sirvió de enlace entre los servicios de espionaje soviéticos y el Ministerio de Interior de la España republicana durante la guerra civil.

Nahum Isaakovich Eitingon fue el encargado por Joseph Stalin de diseñar el plan para asesinar a León Trotsky, quien vivía exiliado en México desde 1938.

Y a Eitingon, quien también había sido agente en España, le debió De las Heras su implicación en la operación contra el líder revolucionario crítico con la política oficial de la URSS.

“Después de la Guerra Civil, lo siguiente que se sabe de África de las Heras ya es que se ubica en México a finales del 39 en el entorno de Ramón Mercader y en el plan para asesinar a Trotsky. Hay algunos testimonios que la sitúan dentro de la casa de Trotsky, donde habría empezado a trabajar como ayudante con el nombre de María de la Sierra, pero de eso no hay una confirmación real. Sí se sabe con seguridad que ayudó a Ramón Mercader”, cuenta Juárez.

Partisana

Tras el magnicidio y la detención de Ramón, África es sacada de México en un carguero soviético con rumbo a Moscú. Su breve estancia en México no fue su última misión en América Latina.

A su llegada a la capital soviética encuentra un país movilizado por la II Guerra Mundial. En junio de 1941, Alemania lanza su1.jpg ofensiva para invadir la URSS. Y África, una vez más, se ve involucrada en una guerra, esta vez como miembro de una unidad de partisanos soviéticos que operaban tras las líneas nazis.

“Fue telegrafista en los bosques de Ucrania, una figura clave para un grupo llamado “los vencedores”. Ella se encargaba de la comunicación con los puestos de mando en Moscú y permaneció en esa zona de Ucrania hasta finales de la guerra con Alemania, a finales del 44″, señala el escritor especializado en temas de espionaje.

Una modista en París

Tras la II Guerra Mundial, África reaparece en París: la partisana se ha transformado en una modista de nombre María Luisa que se codea con la alta sociedad de la capital francesa. Estamos en 1946 y África está ya plenamente integrada en la KGB (Comité para la Seguridad del Estado, por sus siglas en ruso).

Fue en la capital francesa donde Felisberto Hernández, músico y escritor uruguayo que llegaría a convertirse en uno de los autores de cuentos más celebrados de su país, se enamoró de la refinada joven española. Hernández no sabía que tenía ante él a una espía.

Dos años más tarde, con la bendición de la KGB, la pareja contrae matrimonio y se mudan a Montevideo.

Desde allí, María Luisa se encargó de tejer la red de espionaje soviético en juventud.jpg América del Sur. Felisberto, conocido por sus posiciones abiertamente contrarias al comunismo y a la Unión Soviética, sirvió a la perfección al propósito de no levantar sospechas.

“En cuanto ella obtiene los papeles de la ciudadanía por su matrimonio con Felisberto, se separa de él. Creo que fueron tres años lo que convivieron. Él estaba muy enamorado de ella. Evidentemente, ella no. Claramente fue utilizado”, indica Juárez.
Sin embargo, el trabajo de África en Uruguay acababa de comenzar.

Dos espías en Montevideo

Tras su divorcio, la agente contrajo matrimonio con el italiano Valentino Marchetti, otro espía enviado por Moscú. Juntos formaron una pareja que tras una fachada de apariencia anodina desarrolló un papel fundamental en la coordinación de la inteligencia soviética en la región.

Pero, ¿por qué la URSS escogió Uruguay para establecer a dos de sus agentes clave?

Raúl Vallarino, periodista uruguayo autor de Mi nombre es Patria, una novela biográfica sobre África de las Heras, apunta a la neutralidad mantenida por el país latinoamericano durante el conflicto mundial como una de las razones.

“Se le conocía como la Suiza de América por todo lo que podía ofrecer de paz, bienestar y condiciones para los negocios. Era el país que nadie podía sospechar que desde allí se manejaran los servicios de inteligencia en otros países. Era un lugar ideal para pasar desapercibido”, dice en diálogo con BBC Mundo.

Además, Montevideo era una de las pocas capitales latinoamericanas que mantenía relaciones diplomáticas con Moscú en aquel momento.

Desde esta ubicación discreta, África de las Heras mantuvo conexiones con espías en todo el Cono Sur y, a través de una radio instalada en su apartamento, transmitió informaciones a Moscú.

“Si había un agente que tenía que instalarse en Ecuador, por ejemplo, o en Chile, tenía que pasar por Uruguay primero para que le hiciera los documentos María Luisa, o sea, África. Ella era la jefa de todo el servicio de espionaje en toda América del Sur“, indica Vallarino.

Ese papel lo desempeñó durante casi 20 años, hasta que abandonó Montevideo en 1968 sin que su labor como espía hubiera sido descubierta.

Maestra de espionaje

Sin embargo su situación en Uruguay había cambiado tres años antes con la muerte de Valentino Marhetti, un episodio en el que hay quien ve el detonante de su partida.

“Marchetti falleció de forma natural aunque algunos atribuyen su muerte a De las Heras porque empezaron a tener lapida.jpgdiscrepancias políticas. Valentino se estaba convirtiendo en un personaje más crítico con la Unión Soviética que ella, que mantuvo una lealtad y una disciplina ideológica a prueba de todo tipo de dudas”, señala Juárez.

África vuelve a Moscú cargada de reconocimientos: con rango de coronel de la KGB y condecorada con la Orden de Lenin. Su nombre será uno de los pocos de mujer que figuren entre las figuras ilustres del espionaje soviético.

En sus últimos años en la capital soviética se convertirá en maestra de espías y en experta en América Latina. En 1988, meses antes del desmoronamiento de la URSS, De las Heras fallece en la capital rusa.

En el cementerio de Khovanskoye de Moscú hay una lápida con su rostro grabado y un texto en ruso: “Coronel África de las Heras, 1909-1988”. Y sobre la piedra, una palabra en español: “Patria”.

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