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El túnel secreto que llevaba a Nicolás Maquiavelo a la taberna de mala muerte donde escribió “El Príncipe”

No es fácil imaginar a Nicolás Maquiavelo, el canciller de Florencia a finales del siglo XV, escondiéndose como un fugitivo en una guarida de vicio.

El túnel que conecta la casa de Maquiavelo con la taberna sirve de bodega de barricas de vino. SILVIA MARCHETTI

El túnel que conecta la casa de Maquiavelo con la taberna sirve de bodega de barricas de vino. SILVIA MARCHETTI

Vestido con ropa sencilla y sosteniendo un candelabro, descendía a la bodega subterránea de su casa de campo Chianti, se metía en un pasadizo secreto subterráneo y salía a un rincón de una bulliciosa taberna para beber vino, mezclarse con campesinos y caminantes y jugar a las cartas con el carnicero y posadero.

Fue en esa taberna, apropiadamente conocida como L'Albergaccio (“La mala posada”) fue donde Maquiavelo escribió “El Príncipe”, quizás el tratado político más polémico de todos los tiempos.

Estatus y mala reputación

La primera vez que caminé por el pasadizo, lleno de botellas de vino antiguas y barriles hasta el techo que datan de los años 1300, me sorprendió cuán práctico que fue uno de los hombres más grandes de la historia.

Maquiavelo escribió "El Príncipe" en L'Albergaccio. SILVIA MARCHETTI

En 1512, el astuto estadista, entonces con 43 años, se hallaba en unas “vacaciones” forzadas de un año.

Los Medici, la poderosa familia de banqueros que gobernó Florencia durante el Renacimiento, se enfadaron con Maquiavelo por haber conspirado contra su regreso al poder y lo desterraron de Florencia.

Siendo aristócrata y estadista, se le dio el privilegio de elegir su exilio. Escogió una pequeña aldea en las suaves colinas de la cercana ciudad de San Casciano, donde su familia poseía varias propiedades.

Pero en lugar de alojarse en la magnífica mansión de su tío cardenal, diseñada por Miguel Ángel -que hoy es un lujoso complejo-, Maquiavelo optó por la casa de campo del siglo XIV de su familia, con su ruta subterránea directa a la taberna adyacente.

Todas las noches, después de estudiar en su biblioteca, se cambiaba de ropa, descendía a la bodega,caminaba debajo de la calle y entraba directamente a L'Albergaccio.

Por supuesto, sería más fácil y rápido cruzar la carretera que separaba la taberna de su casa de campo, pero era demasiado arriesgado.

Un caballero de su estatus no querría ser visto entrando en un lugar de mala reputación.

L'Albergaccio era un lugar popular donde caballeros, viajeros y peregrinos descansaban sus caballos por la noche, cenaban y dormían, relajándose en los brazos de las mujeres.

Maquiavelo escogió pasar su exilio en un pequeño poblado sobre las colinas de San Casciano. SILVIA MARCHETTI

Y fue entre esas paredes lascivas que Maquiavelo encontró inspiración para “El Príncipe”, donde pensó que un gobernante debería ser manipulador y con derecho a usar “todos los medios para justificar sus fines”.

Microcosmos

Para él, L'Albergaccio era un microcosmos del comportamiento humano que podía estudiar.

Sus visitas diarias le permitieron “aprender muchas cosas y observar los diferentes gustos y variadas fantasías de los hombres”, como escribió en una carta a Francesco Vettori, su amigo y embajador florentino en la corte papal.

En la misma carta, le dijo a Vettori que estaba trabajando en un tratado político importante que era la suma de su experiencia de 40 años en el arte de gobernar, en el que definía lo que era el liderazgo y cómo debería ser un gobernante real.

Pero parece que el ambiente sórdido no servía sólo de inspiración.

Los huéspedes y las actividades hedonistas de la taberna seguramente harían más soportable su exilio, y Maquiavelo bebió y chismorreó con el posadero, el carnicero, el molinero y dos albañiles.

Jugaron a las cartas y al backgammon y, como le escribió a Vettori, “hubo mil peleas y se escucharon innumerables insultos de palabras ofensivas” por todo el valle.

Se encontraba con espías en el túnel, que le informaban lo que estaba pasando en Florencia.

Ese estilo de vida, según dijo, le permitió “evitar que mi cerebro se llene de moho y ventilar mi furia contra la perversidad de mi destino”.

Chuleta Maquiavelo

Florencia estaba en caos político en ese momento, atrapada en disputas por la supremacía con las ciudades vecinas.

La posibilidad de escapar a la taberna hizo su exilio más llevadero. SILVIA MARCHETTI

Aún no existía una Italia unificada, y ese era el sueño y el tormento de Maquiavelo, como lo describió en “El Príncipe”.

Ansiaba un líder que tuviera el poder y la capacidad de unir y gobernar el país.

“Maquiavelo escribió decenas de cartas durante su estancia aquí. Le gustaba cuidar los viñedos, los olivares y las hortalizas, recoger las uvas y ensuciarse las manos con tierra como un granjero”, apunta Matteo Saraceni, investigador de Maquiavelo y actual gerente de L'Albergaccio, que hoy es una taberna gourmet famosa en toda la Toscana por sus filetes gruesos llamados Chianina.

También en el menú se encuentra la “Chuleta Maquiavelo“, una receta creada por el estadista, quien le pidió al posadero que cocinara su carne con vino tinto, col negra e hinojo silvestre.

La posada, decorada con reproducciones de las cartas de Maquiavelo, aún conserva su ambiente medieval, con vigas de madera, muebles originales y suelos de adoquines desgastados.

El lugar favorito de Maquiavelo era una chimenea en una esquina, me dijo Saraceni.

La casa

Después de merendar la bruschetta finocchiona (salami relleno de hinojo con pan a la parrilla) y la pasta pici con castañas, Saraceni me llevó al otro lado de la carretera y me guió por la casa de Maquiavelo.

La biblioteca, el estudio y el dormitorio están decorados con tapices y antiguos mapas de Florencia, y observé con interés la mesa, la silla y el cofre donde guardaba sus papeles.

L'Albergaccio todavía conserva su ambiente medieval. SILVIA MARCHETTI

La casa está llena de muebles renacentistas. Caminamos por una cocina con una chimenea de piedra en la que a Maquiavelo le encantaba cocinar, según Saraceni.

El patio tiene vistas al Duomo de Florencia.

Pero la parte más emocionante fue cuando bajé la empinada escalera al laberinto de túneles usados para añejar el vino.

Las paredes de 3 metros de espesor son húmedas y frías.

Al final de una larga fila de barriles hay otro corredor más estrecho: el pasadizo secreto.

Se extiende por debajo de la tierra por unos 100 metros. Guiado por el aroma terroso de las trufas, de repente regresé al interior del restaurante.

Los 40 años de servicio público de Maquiavelo a Florencia, sus experiencias en el exilio y las lecciones que había aprendido como estadista se condensan en “El Príncipe”.

Esperaba que un día la fama del tratado pudiera ayudarlo a recuperar su posición anterior, pero desgraciadamente el gran político murió en 1527 en la miseria.

Pero dejó como legado “El Príncipe”, así como varias obras que escribió después de su exilio y tal vez incluso su pasadizo secreto.

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