Hemeroteca

1891: nace el artista Carlos Mérida 

El 2 de diciembre de 1891 nacía en la ciudad capital, Carlos Mérida uno de los pintores guatemaltecos más importantes del siglo XX, quien marcó los inicios de la pintura contemporánea en el país.

El maestro Carlos Mérida (1891-1984) (Foto: Hemeroteca PL)

El maestro Carlos Mérida (1891-1984) (Foto: Hemeroteca PL)

Hacia 1891, la capital de Guatemala era una ciudad apacible y colonial. Sus casonas de teja y calles rectas, contrastaban con los campanarios de las iglesias, las flores de los jardines de las plazas y el murmullo de las aves.


El 2 de diciembre de ese an?o, cuando las abuelas se preparaban para construir los nacimientos para el nin?o Dios y celebrar la Noche Buena, en el hogar del licenciado Serapio Santiago Me?rida y Guadalupe Ortega, nacio? un nin?o. Le llamaron Carlos y fue para ellos el mejor regalo naviden?o. Cuentan sus bio?grafos que a sus seis an?os le gustaba ejecutar canciones en el piano y copiar a la?piz los caballitos de las cajas de cerillos que veni?an de Suecia.

Se convirtio? en un adolescente que pasaba la mayor parte de su tiempo entre los libros, la mu?sica que le incentivaban sus padres y las clases de dibujo que recibi?a con el maestro venezolano Santiago Gonza?lez.

En 1904, llego? a nuestro pai?s, Jaime Sabarte?s, quien era compan?ero de aventuras del pintor espan?ol Pablo Picasso. Se hizo amigo del grupo de alumnos del maestro Gonza?lez y se reuni?an a charlar en el Portal del Comercio.

Por razones familiares, los Me?rida se trasladaron a Quetzaltenango. El joven Me?rida ingreso? al Instituto Pra?ctico de Varones, aqui? su maestro de dibujo fue Santiago Vichi. Se dejo? cautivar por los paisajes del Altiplano y su gente. Y asi? nacieron sus primeras obras.

En 1908, Me?rida se graduo? de bachiller. El intere?s por la pintura se acrecento?, la familia retorno? a la capital y todo mundo dijo que el joven debi?a ser artista. Para entonces, e?l mismo habi?a encontrado su camino.

Sus pinturas se reconocen por sus formas geométricas de colores vivos, donde asoman pequeñas cabezas o formas de pájaros. También las hay de líneas redondas y suaves que evocan figuras mayas danzarinas.

Carlos Mérida es uno de los pioneros del arte abstracto en Guatemala, un género que tomó tiempo en abrirse brecha.?? De hecho, la exhibición de estas obras en la Guatemala de los 40 causó polémica. A los pintores tradicionales no les gustaba, y los jóvenes no lo entendían, pero lo respetaban.

De todos modos, a él se debe, en gran parte, la transformación de la pintura moderna en el país.?? Mérida hizo lo que pocos: un estilo propio. La abstracción, el movimiento y la musicalidad que logró en sus murales y pinturas le valieron fama internacional. Pero más allá del valor de su obra, se encuentra un artista que fue ejemplo de trabajo y pasión.

??Inquietud desbordante?

?La fructífera y larga carrera artística de Mérida comenzó en forma tardía. Su primer amor fue la música, y el piano su instrumento. Pero un problema auditivo lo hizo cambiarse a la pintura.

A los 14 años firmó su primera pintura, y es hasta la adolescencia cuando define su vocación. Al trasladarse a la capital se integró a un pequeño grupo de artistas e intelectuales jóvenes guatemaltecos, presididos por el español Jaime Sabartés, Carlos Valenti y Rafael Yela Günther.??

En su autobiografía, Mérida se describe inquieto por naturaleza. A los 20 años se fue a París con su amigo Valenti. Allá realizó estudios formales de pintura y frecuentó los talleres de artistas de la talla de Amadeo Modigliani. Poco antes de la Primera Guerra Mundial regresó al país, y en 1915 expuso sus obras en la capital.

Para el historiador Luis Luján Muñoz, esta exhibición marca el inicio de la pintura contemporánea en Guatemala.?? Cuatro años después, se establece en México.

Mérida era sencillo, de hablar reposado y tranquilo, aunque seguro y consciente de su valor artístico. González Goyri indica que parte de su éxito se debía a su disciplina, a una gran capacidad de trabajo y una inquietud desbordante.

Su amor por la música lo hacían un oyente incansable. “Tengo debilidad por el hot jazz”, escribió en una ocasión. “Me hubiera agradado mucho ser un buen tocador de trompetas en El Savoy”.?? Sus pintores predilectos eran Picasso, Kandiski, Paul Klee y Joan Miró. “Todos ellos han ejercido alguna influencia en mi pintura”, confesó.??

Mérida fue un hombre longevo y un trabajador incansable. Su larga cabellera blanca y su sombrero de fieltro se convirtieron en algo inseparable hasta su muerte, a los 93 años de edad.

??El juego creativo??

Mérida fue descubriendo sus propias etapas, experimentó con todos los géneros, con todos los medios y todas las técnicas. Hizo óleos, grabado, litografía, impresión, murales, y diseño de escenografías de teatro y danza.?? Los estudiosos de su obra reconocen en él dos fases definidas.

La primera fase de su iniciación de 1915 a 1925, allí se concentra en un abstractismo lírico de formas orgánicas. La segunda su “transformación” parte de 1929 hasta el final, donde hace un abstractismo geométrico.??

Cuando se instaló en México, la efervescencia de la Revolución alcanzó al arte. Se dio un impulso a la obra muralística con artistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.?? Era un medio fuerte y había presión por abordar temas sociales. Sin embargo, Mérida comenzó a darse a conocer y permaneció ajeno a esa tendencia.

Después de su segundo viaje a Europa traía un punto de vista definido, dirigido al arte abstracto. Fue allí donde experimentó la integración con la arquitectura, que más tarde aplicó en Guatemala. ??Como maestro, Mérida dejó también un valioso legado.

González Goyri recuerda una charla-taller, en 1945, para los estudiantes avanzados en la Academia. ??”Colocó en medio de una mesa varios elementos de artesanía indígena: una paloma de Chinautla, una tela indígena y otros. Nos dijo: Allí tienen todo eso, no lo vamos a copiar sino quiero que me hagan una interpretación. “Como estudiante de academia recuerdo que fue muy difícil, precisamente, porque sólo estábamos acostumbrados a copiar”, recuerda González Goyri.??

Para entenderlo mejor, el propio Mérida explica las motivaciones de su arte. “Para algunos críticos, mi pintura no tiene valor alguno, la consideran infantil, absurda, intelectual, vacía; para otros, está a la altura de las mejores del mundo. Yo paso por alto tales juicios. Lo que me interesa es el juego y el goce que el trabajo me ofrece. Una vez realizado, lo olvido por completo; una función de digestión, como decía Picasso”.??

Expresión universal??

El arquitecto Jorge Montes comenta una anécdota que ilustra el valor de una obra mural del artista, cuando supervisaban el montaje de los murales del IGSS. “Notamos la presencia de dos niños que dejaron su caja de lustre por un lado y contemplaban la obra. Les preguntamos si les gustaba, y uno de ellos respondió: Pues la pura verdad, es que no muy lo entiendo, pero ¡qué bonito es!, me gusta”.?

?Para el crítico de arte Guillermo Monsanto, Mérida fue un artista genérico en cuanto al desarrollo de la plástica contemporánea guatemalteca. Es decir, a partir de él y su generación partió la semilla que fructificó en la producción contemporánea actual.

A él se debe también la conceptualización, el diseño y la integración plástica a la arquitectura.?? González Goyri sintetiza su valor en el homenaje que se le hiciera al cumplir 90 años de edad. “Dentro de los cientos o miles de pintores que pululan por el mundo, sólo se destacan aquellos que por su genio aportan algo nuevo; un punto de vista personal expresado con originalidad, con gracia, con poesía, con violencia o rabia, como se quiera, pero además de ello que sus valores formales reúnan en su haber una serie de cualidades que los haga perennes, inmunes al tiempo. O sea que, en la medida de lo posible, funcione para todas las épocas y para todos los hombres”.??

Mérida falleció el 21 de diciembre de 1984 a los 93 años en la ciudad de México. El museo de Arte Moderno de Guatemala lleva su nombre.

ESCRITO POR: