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Estragos por terremoto de 1976

El terremoto del 4 de febrero de 1976 dejó cuantiosas pérdidas al país. Hacia finales de ese mes todavía estaban pendientes labores de descombramiento.

Portada de Prensa Libre del 21/02/1976 sobre daños en las granjas avícolas. (Foto: Hemeroteca PL).

Portada de Prensa Libre del 21/02/1976 sobre daños en las granjas avícolas. (Foto: Hemeroteca PL).

Todos los sectores económicos, entonces, empezaron a cuantificar y evaluar sus pérdidas. Uno de los sectores más afectados fue el avícola, que ha sido pilar del desarrollo del país.

Una nota de Prensa Libre publicada el 21 de febrero de 1976 detalló que las pérdidas ascendían a Q1 millón, una suma elevada para aquel entonces.

Causa de los estragos ocasionados por el terremoto, son las pérdidas materiales, aves muertas y aves afectadas para su habilitación, en el sector avícola y cuyos empresarios a nivel de asociación estiman en poco más de un millón de quetzales.
Las pérdidas —Informaron— Incluye instalaciones y equipo. Dijeron en dicha asociación, que la evaluación “muy a la ligera”, arroja daños cuantiosos en lo material: aves muertas, que —comentaron— indefectiblemente no soportaron «el brusco giro de su situación normal» y las privaciones alimenticias y ambientales hoy totalmente cambiadas.

Las aves que lograron sobrevivir —se indicó— tendrán un proceso de rehabilitación, lento y costoso.

Guardianes, casi mudos

Ocurrió que al visitar las granjas avícolas circunvecinas a esta ciudad, cuando Inquiríamos por información, los guardianes observaban reserva y apenas si se limitaban a decir: “No sabemos nada de esto, usté”; “No están los señores”, “vayan al centro” (a la Asociación nacional de avicultores Anavi). Pero, tampoco allí había quién aportara información, pues los directivos —indicó una de las secretarias— habían salido a hacer unas gestiones. Por fin, en su residencia, el licenciado Efraín Caballeros, actuando en su calidad de gerente de la citada entidad, nos habla del monto de las pérdidas, que las granjas más afectadas son aquellas donde la gallina se explota en jaula.

—La cantidad de aves por galera —dijo— oscila entre cinco mil, ocho mil, quince mil, dieciocho mil y 24,000 unidades, habiendo complejos con capacidades mayores a las 35,000.

Durante el recorrido (consideramos innecesario visitar las granjas avícolas de Chimaltenango, San Juan Sacatepéquez, San Raymundo y San Lucas Sacatepéquez) en virtud de habérsenos informado que la destrucción de dichas instalaciones era igual que lo ocurrido a las granjas cercanas a esta ciudad.

Las granjas aledañas a la capital, están localizadas en Patapa, Mixco y Villa Nueva. Se observa que grandes instalaciones con la máxima capacidad de aves por galera quedaron prácticamente aplastadas, sepultadas por el sismo. Galeras, jaulas, canales, bebederos de agua; cilindros, silos, todo quedó virtualmente arrancado de su sitio.

Observamos también, centenares de gallinas muertas y grandes cantidades de huevos destruidos.

(Pensamos que con ese huevo destruido podría haberse “armado” una torta de huevo revuelto capaz de llenar el estómago a varios centenares de personas).

—La falta de energía —explicaba el licenciado Caballeros, ocasionó ausencia de iluminación, tan necesaria en esta clase de industrias. También, la escasez de agua provocó deshidratación en las aves y por lo tanto una sensible baja de postura. En realidad, estimar pérdidas es muy difícil de ponderar; pero, aproximadamente están en poco más de un millón de quetzales.

Reconstrucción

—A pocas horas del desastre —agrega el gerente de Anavi— este sector industrial inició la tarea de su propia reconstrucción, sin escatimar esfuerzo ni sacrificio, utilizando su mano de obra habitual y dada la emergencia genera actualmente más empleo.

Cooperación

En otra parte de sus declaraciones, nuestro informante expresa que dicho sector industrial constituyó en las avícolas afectadas por el terremoto, campamentos con alimentación y albergue durante las 24 horas del día y únicamente cambiando turnos para lograr rescatar de la destrucción partes de lo que — acentuó— ha significado mucho tiempo de “trabajo abnegado”.

—Queremos —apuntó el licenciado Caballeros— dejar constancia que dentro del marco de nuestra propia destrucción se prestó asistencia a las localidades más afectadas, según lo permitían

nuestras posibilidades. Distribuimos cajas de huevos, aves y también agua potable. En la capital continúa esa ayuda que incluye reparto de raciones alimenticias. —¿Y qué del abastecimiento y precio de los huevos?

—Nuestra producción está al alcance del consumidor, a precios reglamentarios, es decir que no han sido alterados. Naturalmente, los sacrificios por mantener el abastecimiento a los mercados está siendo infructuoso y desalentador al faltarnos el incentivo del consumo.

Problemas

—Los gobiernos de países amigos y hermanos y sus pueblos — prosigue— compenetrados del dolor nacional han volcado toda ayuda material y moral en la hora de dura prueba que afronta Guatemala; no obstante, no podemos sustraernos de la realidad en que cierta industria de alimentos ha sido afectada, tal el caso de la avicultura hoy ante serios problemas por la inevitable falta de consumo por diversas razones.

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