La manifestación carnavalesca, planificada desde enero en una pequeña plaza del barrio Flamengo, fue inaugurada el jueves de noche en la Plaza Quince, en el centro de la ciudad.
Cientos de militantes, activistas y simpatizantes se dieron cita entre risas, incluidos jóvenes con el rostro tapado con camisetas negras como los anarquistas de Black Bloc, los más radicales y siempre listos para enfrentarse con las fuerzas del orden.
Decenas de policías vigilan atentos la festiva protesta, sin duda una primicia en la historia del Carnaval (los otros “blocos” o carnavales callejeros solo son vigilados por guardias municipales) .
A diferencia de las protestas de los últimos meses, esta vez, no deberán dispersar a los jóvenes que les lanzan piedras con gases lacrimógenos, bastonazos o balas de goma. Y lo único que los manifestantes romperán serán las orejas de los vecinos, a causa de los cánticos y la percusión.
La protesta es pacífica, bajo los auspicios de un manifiesto de tono libertario: “Abajo las barreras que transforman la ciudad en un gran centro comercial, donde las ganancias están por encima de la vida, donde el dinero es más libre que las personas. ¡Mientras capitalicen la realidad, socializaremos los sueños! ¡Viva la energía de la rebelión!” .
Muchos manifestantes llevan tocados con plumas indígenas. “Es en referencia a (Pedro Alvares) Cabral, que descubrió Brasil, y a Sergio Cabral”, actual gobernador de Rio y detestado por los manifestantes, explica Tomas Ramos, un activista de los derechos humanos de 30 años.
– Pueblo y pulpo
El aspecto lúdico del Carnaval también puede hallarse en un pulpo de plástico gigante desplegado en medio de la multitud. “¡El poder al pueblo!”, gritan los manifestantes, jugando con el doble sentido de la palabra “povo” en portugués (pulpo y pueblo).
Todo ha sido preparado por el “carnavalesco” (director) Julio Barroso, de 46 años, vestido de negro, con largas trenzas y plumas multicolores en la cabeza. “La idea es aprovechar el Carnaval para protestar contra Cabral y Paes”, el alcalde de Río.
Los cánticos parodian las “marchinhas”, las populares canciones de carnaval, para burlarse de concejales, rememorar las protestas de junio y las que siguieron o para prometer que “Nao vai ter Copa!” (¡No habrá Copa!).