Dichas zonas se ubican en las bahías de Tokio e Ise, en la costa del Pacífico, y en las de Osaka y del Mar Interior de Japón, en el oeste de ese país.
La licuefacción se suele producir en terrenos poco compactos y especialmente en zonas bajas cercanas a masas de agua, como es el caso de estas áreas industriales, que en su mayor parte ocupan terrenos artificiales ganados al mar.
Tras el impacto del terremoto, el terreno adquiere la consistencia de un líquido espeso, lo que puede provocar la inclinación de edificios y de todo tipo de infraestructura, incluidas conducciones y depósitos de combustible, lo que implica un serio peligro de incendios y explosiones.
El peligro aumenta al tener en cuenta que la mayor parte de las refinerías y petroquímicas de estas regiones se encuentran sobre terreno ganado al mar.
Los dos escenarios más peligrosos para la Agencia se producirían en caso de que se registrara un terremoto en la bahía de Tokio o en la fosa de Nankai (este de Japón) , uno de los puntos con mayor actividad sísmica del mundo y donde los expertos predicen que se producirá un fuerte seísmo en las próximas décadas.
En caso de terremoto en el estuario de Tokio, la investigación identificó más de 700 instalaciones donde la probabilidad de licuefacción es bastante alta de un total de 2.827 que estarían en riesgo en caso de seísmo.
Si el temblor es en Nankai, unas 1.440 correrían un riesgo alto de licuefacción, un 43 por ciento de todas las que se exponen a sufrir daños por un terremoto en la bahía de Osaka y en las ensenadas del Mar Interior de Japón.
Tras el informe, la Agencia ha pedido a la veintena de empresas propietarias de estos emplazamientos que realicen una investigación a fondo de los terrenos para ampliar el estudio y buscar futuras soluciones.