Mientras que el 56 % de los brasileños aprueba el desempeño del Gobierno de Rousseff, un 32 % lo considera como “regular” y un 11 % lo reprueba.
Los analistas atribuyen ese alto índice de aprobación a la imagen de intolerante con la corrupción que se ha ganado la presidenta y a las medidas que ha tomado para garantizar que la economía brasileña siga creciendo pese a los efectos de la crisis internacional.
Los escándalos de corrupción que se sucedieron en su primer año de Gobierno y que le costaron el cargo a seis ministros, que se vieron obligados a renunciar o fueron destituidos por supuestas irregularidades, en lugar de afectar la imagen de la mandataria la reforzaron gracias a la rapidez con que Rousseff actuó en cada caso para tomar medidas preventivas y alejarse de los acusados.
Su estilo más técnico contrastó con el de Lula, su padrino político y quien la eligió a dedo para sucederle, que prefería defender colaboradores acusados de irregularidades para no generar crisis en la amplia alianza partidaria que sustentaba su gobierno.
El crecimiento económico y la reducción del desempleo también ayudan a elevar el índice de aprobación de la gobernante.
En el primer año de gestión de Rousseff, Brasil generó 2,3 millones de empleos formales y redujo la tasa de desempleo al 5,2 % en noviembre, su menor nivel en casi una década.
En 2011 el país también batió el récord de exportaciones (unos 250.000 millones de dólares), de inversiones extranjeras (cerca de 65.000 millones de dólares) y de nivel de las reservas internacionales, que superan los 350.000 millones de dólares.
Pese a que el crecimiento de la economía brasileña previsto para 2011 (cerca del 3 %) estará lejos de la expansión del 7,1 % de 2010, Rousseff, con medidas para incentivar el consumo, consiguió que el gigantesco mercado interno brasileño revirtiera la retracción del mercado externo por la crisis.
Pese al alto costo de su política económica, ya que la creciente demanda ubicó la inflación por encima del techo de la meta del Gobierno (6,5 % en 2011) y el ajuste fiscal fue garantizado mediante la elevación de los impuestos (que ya equivalen al 36 % del producto interno bruto, PIB), la mandataria convirtió a Brasil en uno de los pocos países aún en crecimiento en la actual coyuntura.
Esa condición elevó a Brasil este año a la sexta mayor economía del mundo, por detrás de Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia, tras superar al Reino Unido, según un estudio del Centro de Investigaciones en Economía y Negocios (CEBR), de Londres.
El Gobierno calcula que, con un crecimiento económico promedio de entre el 4,0 y el 5,0 por ciento en los próximos años, Brasil ascenderá antes de 2015 a quinta mayor economía mundial, lugar del que desplazará a Francia.
Brasil tiene “todos los motivos” para mirar 2012 con “gran optimismo” y con la seguridad de que la economía va a expandirse “con estabilidad” a la vez que se “disminuyen” las enormes desigualdades entre ricos y pobres, dijo Rousseff en su mensaje de fin de año a la población.
Pese a las dificultades fiscales de este año, la presidenta consiguió poner en marcha algunas de sus promesas para acentuar el proceso de reducción de la pobreza y de las desigualdades iniciado por su antecesor.
Rousseff, que se propone erradicar la miseria en Brasil hacia el final de su mandato, en 2013, amplió el llamado Bolsa Familia, un programa de Lula que distribuye subsidios de entre 17 y 165 dólares mensuales a cerca de 13 millones de familias pobres.
En su ultimo programa radial semanal de este año Rousseff aseguró que en su primer año consiguió identificar a 407.000 familias que hasta ahora no recibían los subsidios públicos a los que tenían derecho, e incluirlas en el Bolsa Familia.