Revista D

Mi gran boda chapina 

A veces, los sueños de felicidad  tienen precio y estos se calculan en dólares.

Antigua Guatemala ofrece lugares de ensueño para una boda. Foto Prensa Libre: Rodolfo Walsh

Antigua Guatemala ofrece lugares de ensueño para una boda. Foto Prensa Libre: Rodolfo Walsh

El día esperado ha llegado; esa ocasión soñada, cuando dos enamorados formalizan su amor y prometen mantenerse juntos el resto de sus vidas. Es la fecha de su boda.

El Hotel Museo Casa Santo Domingo, en Antigua Guatemala, luce espectacular esa noche. El jardín tiene un estrecho caminito plagado de candelas que conduce hasta las ruinas de una iglesia que data del siglo XVI.

Allí, debajo de un enorme toldo blanco, un centenar de invitados espera sobre sillas adornadas con detalles elegantes. Al fondo, frente al altar, el nervioso novio aguarda la llegada de su amada.

En esos momentos, un fotógrafo se mueve de acá para allá, captando las mejores imágenes posibles y, a la vez, procurando pasar inadvertido.

Al rato, por fin, se escucha La marcha nupcial, que Mendelssohn compuso en 1842 para la ópera El sueño de una noche de verano y que, a partir de la boda de la hija de la reina Victoria, en 1858, se popularizó para el resto de casamientos en todo el mundo, hasta nuestros días.

Exclusividad

Un ejemplo de lujo y excentricidad fue cuando la neoyorquina Jennifer López, a cambio de US$900 mil, cantó durante 40 minutos para la boda del magnate indio Sajay Hinduja y la diseñadora Anusuya Mahtan, a la que asistieron unos 750 invitados. En total, el evento costó alrededor de US$22.5 millones.

“Presencié y participé en la organización de eventos fastuosos en Barcelona, España, donde jeques árabes llegaban para casarse. Los invitados arribaban en jets privados y luego eran trasladados en automóviles de determinadas marcas de lujo. Aparte, los novios reservaban varios pisos de un hotel de cinco estrellas a orillas del Mediterráneo”, cuenta Thelma Morales, organizadora de bodas de la agencia guatemalteca Sparks y quien tiene una maestría en Administración hotelera por la Escuela Internacional Les Roches de Marbella, España.

En Guatemala, por supuesto, no se celebran bodas de esa magnitud, pero pueden llegar a ser ostentosas para el promedio.

Esos casamientos para Very Important People —VIP—, en los que hay por lo menos cien invitados, cuestan entre US$15 mil a US$30 mil, refiere Gladys Santizo, organizadora de bodas y gerente de la empresa Saguzo Eventos.

Hay otras “memorables” en las que se han desembolsado unos US$50 mil.

Sí, eso es lo que cuesta un matrimoniao de ensueño en nuestro país. O más. “La inversión depende de diversos factores, como el tipo de menú, de servicio, la renta del lugar, mobiliario, fotógrafo, música en vivo o DJ”, ejemplifica Santizo.

Por lo regular, quienes pagan esas cantidades son extranjeros —la mayoría estadounidenses— que eligen Guatemala porque quedaron maravillados al haberla visitado. En otros casos es porque alguno de los novios es guatemalteco.

“El destino más solicitado es Antigua Guatemala, específicamente las ruinas de San José El Viejo, Santa Clara, Capuchinas, La Merced, Casa Santo Domingo, Jardín Real de Santiago, Finca Filadelfia y La Reunión Golf and Resort”, dice Lisi Bollman, quien, con su socia Paty de Oliveros, administran una firma de eventos que lleva sus nombres.

Otros lugares exclusivos buscados por las parejas son el Hotel Atitlán y Casa Palopó, en Sololá, así como el Hotel Las Lagunas, en Flores, Petén.

Hay quienes se inclinan por las playas del Océano Pacífico o Río Dulce, Izabal.

Wedding planner

Ya se ve a la novia al fondo. Los invitados la observan; luce como una doncella. Habrá pasado varias horas preparándose para el día más feliz de su vida.

Las organizadoras, mientras tanto, hacen su trabajo. Todo con sincronización. Nada falta. Y si falta, lo solucionan de inmediato. “Esa es nuestra labor”, dice Morales.

Muchas parejas deciden tener a alguien que les coordine esa boda de ensueño, ya que hacerlo por cuenta propia resultaría más complicado, sobre todo porque “no tienen mucho tiempo para planificar este evento”, destaca Bollmann.

Morales también comenta que contratar a una wedding planner puede ser una buena opción porque están en contacto con diversos proveedores de servicios y pueden recomendar lo mejor según el presupuesto. Además, brindan nuevas ideas. A veces, detalles simples que al final hacen la diferencia.

“Una vez, para el casamiento de una pareja de españoles, colocamos en las habitaciones de los invitados un kit de bienvenida que consistía en una muñequita con traje indígena, una bolsa de tortrix, una botellita de ron Zacapa Centenario, una pelota antiestrés, la programación y una tarjeta con la leyenda ‘Gracias por acompañarnos’. Eso fue muy apreciado”, cuenta.

Uno de los motivos por los que más contratan a estas expertas es para que la familia se la pase bien, sin estrés y sin pánico.

Hay ocasiones en las que una de las madres quiere algo específico, mientras que la otra quiere algo distinto. La organizadora, incluso, puede ser una conciliadora de intereses. “Si algo no funciona, siempre tenemos un plan B”, refiere De Oliveros.

¡La foto, la foto!

Muchos sacan sus teléfonos celulares para tomar foto y video. Quién sabe la razón, ya que un profesional está por otro lado tomando unas imágenes espectaculares desde otro ángulo a una distancia prudente.

Uno de los fotógrafos más reconocidos es el guatemalteco Rodolfo Walsh, quien, en 20 años, ha asistido a más de mil bodas. De hecho, lo han contratado en todos los países de Centroamérica, Estados Unidos, México, Antigua y Barbuda, Aruba, España, Italia, Australia y Nueva Zelanda.

Pero, ¿cómo hace para que las fotos siempre sean diferentes, pese a acudir a las mismas locaciones con frecuencia? “Precisamente ese es el reto; la respuesta es tomar imágenes desde ángulos distintos, inusuales”, comenta Walsh. “Asimismo, hay que saber cuáles son los momentos claves”, agrega.

Los fotógrafos con buen nombre en Guatemala son contados. Para estas ocasiones ofrecen paquetes y cuestan un rango de US$1 mil a US$2 mil, dependiendo de los requerimientos del cliente.

En ocasiones se incluye la filmación de video en alta resolución. Claro, esto también ha evolucionado a través de los años. Durante las décadas de 1980 y 1990, por ejemplo, un camarógrafo grababa toda la boda y eso le entregaba al cliente, con una edición que prácticamente se limitaba a ponerle los créditos al principio y al final, así como a colocar unas transiciones lentísimas.

Aunque todavía hay quienes piden grabaciones de larga duración, cada vez son menos. Hoy, lo que se suele requerir son los movie trailers, con una excelente calidad de imagen y tomas dinámicas, emotivas y de solo cinco, ocho o 12 minutos, donde se recopilan los mejores momentos.

Walsh va un poco más allá y, con su equipo, hace tomas aéreas con un dron. El producto final es simplemente impresionante.

Plan perfecto

Han pasado ya ocho meses desde que los novios contactaron a su organizadora de bodas. “Los extranjeros son más prácticos, ya que me hablan un año u ocho meses antes de la fecha estipulada y, de ahí en adelante, me hago cargo de todo. Solo me llaman por Skype dos veces al mes y listo. Las novias guatemaltecas, en cambio, están en mi oficina cada semana”, cuenta Morales, con una sonrisa. “En cualquier caso, a todos se les atiende con el mismo esmero y compromiso”.

Otra diferencia entre los casamientos de canadienses y estadounidenses es que el protocolo es distinto. “Se suelen organizar cinco eventos. Por ejemplo, el viernes por la tarde se lleva a cabo el casamiento civil; después, la cena de ensayo. Al día siguiente se efectúa el matrimonio —entre foráneos son pocos los oficios religiosos—, para luego dar paso a la recepción. El domingo, el brunch”, explica Morales.

En cambio, entre los guatemaltecos, sea cual sea el nivel socioeconómico, se acostumbra a efectuar el casamiento civil, la boda religiosa en la mayor parte de casos, y la fiesta. Todo en un día.

Mi gran boda chapina

La ceremonia empieza en ese momento. Si uno de los novios es guatemalteco —o ambos lo son—, casi siempre se oficia un acto religioso. Si son extranjeros, solo son palabras alusivas a la ocasión. Hay casos en los que solicitan que se organice un rito maya.

De hecho, los foráneos son los que piden una gran boda chapina, con coloridos adornos que se asemejen a los textiles mayas, guardando siempre la elegancia y sobriedad.

Para la comida no se sirve cordon bleu ni nada similar; en cambio, sí una deliciosa parrillada con guacamol, frijoles y tortillas bien calientes.

Los guatemaltecos quieren un matrimonio más al estilo europeo o estadounidense. Cada quien disfruta más lo que no tiene.

Incluso, hay extranjeros que insisten en tener una marimba para amenizar la fiesta, así como un torito que sorprenda al público. Eso, pese a ser muy guatemalteco, difícilmente se ve en un casamiento entre compatriotas.

En algunos casos hay eventos curiosos. “Cierta vez, un hindú tenía la idea de entrar a la ceremonia subido a un elefante, como se hace en su país, algo que es imposible aquí. Sin embargo, conseguimos que llegara a caballo”, recuerda Bollmann.

En otra ocasión, una pareja fue unida en matrimonio por la interacción con una computadora. Otro día, en una boda persa, los novios solicitaron la instalación de un enorme espejo antiguo con características específicas. También hubo una pareja que se transportó en helicóptero, con sus damas y caballeros, desde la Antigua Guatemala hasta el Lago de Atitlán. En otra más, se eligió un menú con platos que costaban US$100 por persona. Hay de todo. No hay límite; ni el presupuesto.

La organizadora de bodas tiene que hacer malabares para conseguir todo. “Somos una especie de hadas que hacemos realidad los sueños para ese día tan especial”, afirma Santizo.

A los minutos, se pronuncian las palabras que todos desean escuchar. Empieza el sacerdote, quien hace la misma pregunta a cada novio: “¿Promete serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarla y respetarla todos los días de su vida?”

Hay escalofríos entre la pareja y los invitados. Salen lágrimas de felicidad entre algunos.

Ambos responden igual, viéndose tiernamente a los ojos: “Sí quiero”.

Esa unión se sella con un dulce beso y una ola de aplausos. Todo salió bien gracias a la organizadora de bodas.

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