Revista D

“Minuto 103”, La historia de un joven director

Este adolescente tiene 18 años y acaba de escribir y dirigir su primer corto cinematográfico.

Daniel Arriola Betancourt es alto, de pocas palabras y voz suave. En su familia paterna abundan los abogados, pero a sus 18 años, este joven, quien tiene un poco de músico y otro de dibujante, ya produjo y dirigió su primera película titulada Minuto 103, lo que podría indicar que no se inclinará por las Leyes, más bien seguirá los pasos de su tío bisabuelo, el compositor Domingo Betancourt.

El corto metraje cuenta la relación de un abuelo y su pequeño nieto, quien se niega a creer que desvaría, pues según su opinión, lo diálogos entre los dos tienen más coherencia de lo que los demás piensan.

El personaje principal está inspirado en el antepasado del novel director, Enio Betancourt, el médico y escritor quien le enseñó las primeras notas de la solfa.

“Mi abuelo solía asistir a mis clausuras, él me enseñó a tocar el teclado y juntos montamos un pequeño estudio de grabación. Es más, éramos tan unidos que en varias ocasiones asistió a mis conciertos, cuando integré una banda de rock”


Betancourt falleció en abril del año pasado. Dos meses después Arriola escribió el guión del corto que se estrenará el 8 de septiembre.

“Mi abuelo solía asistir a mis clausuras, él me enseñó a tocar el teclado y juntos montamos un pequeño estudio de grabación. Es más, éramos tan unidos que en varias ocasiones asistió a mis conciertos, cuando integré una banda de rock”, recuerda.

Sanar el dolor

Escribir, producir y dirigir esta propuesta visual, sin duda, fue una forma de sublimar el dolor de la ausencia de su abuelo: su maestro y compañero de viajes.

Durante semanas, su habilidad para el dibujo le permitió crear el storyboard. Practicó las tomas, primero con una cámara instalada en el auto de carreras de su hermano, y luego con una propia. Sus directores favoritos son el francés George Meliés, Orson Welles y Tim Burton.

La productora Dezigm Digital Cinema y Tecnifilm, propiedad de uno de sus familiares, resolvió los problemas técnicos y del equipo. Pero Arriola se enfrentó al reto de quién encarnaría a la perfección el papel de su abuelo.

Se decidió por una pareja de octogenarios, amigos de su abuelo: Gustavo y Miriam López, quienes se sorprendieron cuando les pidió que fueran los protagonistas de la película. Ellos aceptaron gustosos e, incluso, propusieron a uno de sus nietos para el papel del niño.

“Esto de ser director fue toda una aventura, no sé si la película gane algo. Yo sí gané, porque vencí mis miedos y creo que ejecuté tareas que nunca pensé que sería capaz”

Fue una producción familiar de escenas filmadas durante cinco domingos. Nadie era extraño, excepto la maquillista que contrató.

Todo director necesita un primer asistente y Jessica Coro, una amiga de colegio, aceptó esa responsabilidad.

Ambos comparten la pasión por el cine. Coro fue la encargada de llevar los registros de la cámara, de las tomas y como todo primer asistente se convirtió en “la fuente de conocimiento de la producción”, la describe Arriola.

Domingo tras domingo, Coro, quien solo había hecho mezclas de videos musicales como pasatiempo, fue también la encargada de sostener la claqueta, la tabla donde se etiquetan las tomas, para identificarlas al principio del clip y sincronizarlas con el audio.

Los siguientes tres meses fueron en esencia trabajo de edición.

En las próximas semanas el desafío será aprobar el examen de cálculo para graduarse de bachiller. Su intención, cuenta Arriola, será estudiar una licenciatura en cine.

En tanto el momento de ingresar a la universidad llega, el joven director se conectó a una plataforma que permite subir películas para participar en festivales internacionales.

“Esto de ser director fue toda una aventura, no sé si la película gane algo. Yo sí gané, porque vencí mis miedos y creo que ejecuté tareas que nunca pensé que sería capaz”, concluye Arriola.

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