Guatemala

Rodolfo Valenzuela, un obispo conciliador

Con frecuencia va a correr al estadio Verapaz, y de hecho ha participado  en 15 medias maratones de Cobán. "Para todo hay tiempo,  y en la medida en que uno se organice, debe hallar el momento  para hacer deporte", dice  monseñor Rodolfo Valenzuela Núñez, obispo de la Verapaz, que esta semana fue nombrado por el papa Francisco  miembro del Consejo para la Promoción  de la Unidad de los Cristianos.

Jóvenes participantes de una pastoral conversan con monseñor Rodolfo Valenzuela.

Jóvenes participantes de una pastoral conversan con monseñor Rodolfo Valenzuela.

“Hay gente que viene a despedirse porque piensan que me voy a Roma, pero no es así; seguimos trabajando aquí en la Verapaz”, aclara el prelado, que lleva casi toda su carrera episcopal tendiendo puentes hacia otras comunidades cristianas y tratando de involucrar sobre todo a los jóvenes y a los grupos sociales.

Para usted el diálogo ecuménico no es nuevo. ¿Desde cuándo ha estado en la búsqueda de puntos de encuentro?

Para el  2000, cuando se celebró el Año de la Redención,  estaba yo recién ingresado en la conferencia episcopal, y vino de Roma la sugerencia de que se hiciera una actividad ecuménica,  y me nombraron  presidente de la Comisión Teológica  de Ecumenismo.

Tomé  contacto con pastores de las diferentes iglesias cristianas en Guatemala, para una reunión de oración. Después, me invitaron a participar en la sección de diálogo ecuménico con la Alianza Evangélica Mundial, sección del Pontificio  Consejo para la Unidad de los Cristianos.

¿Qué piensa acerca del crecimiento de las iglesias evangélicas?

Es una realidad muy propia de América Latina. Creo que se debe en primer lugar a que  nuestros países eran católicos  por tradición. Es decir, usted era católico simplemente porque nació en una familia católica. Toda la tradición, toda la cultura, toda la organización de la sociedad era católica. Los feriados, las escuelas, las procesiones, las vacaciones, todo alrededor de las tradiciones católicas; pero no siempre los  católicos eran personas verdaderamente convencidas  de la fe cristiana o incluso que hubiesen tenido en algún momento de su existencia un encuentro personal con Cristo, como se dice.

La Iglesia Católica ha perdido numéricamente, pero  estoy convencido de que cualitativamente no hemos perdido, ¿por qué? porque el cristianismo católico ha crecido en conciencia. Por ello, el ecumenismo es cómo entendernos con hermanos cristianos con quienes no tenemos plena comunión,  pero sí muchas cosas en común.

¿Debe la Iglesia Católica buscar a quienes se han ido?

El ecumenismo no pretende  jalar a los excatólicos que se fueron a las iglesias, sino como lo propuso el papa Juan XXIII en el Concilio Vaticano II hace 50 años: favorecer la unidad en la diversidad. Todos creemos en un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todos creemos en la Biblia, en Jesús como Nuestro Salvador; todos tenemos el bautismo.

Hay otras que no, como   la autoridad  del Papa   o el culto a los santos y muy particularmente a la Virgen María; eso no lo compartimos con otros, y no vamos a pelear. Decía Juan XXIII: “Hay que insistir en lo que nos une, y no en lo que nos separa”.

¿Qué significa para usted haber sido nombrado por el Papa?

Un impulso, porque llevo 17 años como obispo, y puedo decir que prácticamente 15 he estado trabajando este tema, y a veces encuentro dificultades. Es reconocer que tenemos esta realidad   y hay que trabajarla.

No nombró solo a alguien del Primer Mundo o de una universidad muy importante en Alemania, sino al obispo de la Verapaz, que está acá en las montañas, en Centroamérica, en un país pequeño.

¿Cuáles  son los mayores desafíos para la Iglesia Católica guatemalteca?

Seguir siendo fiel a su misión de anunciar el Evangelio a los pobres, y en medio de un mundo muy injusto, con toda esta violencia y desigualdades sociales. Tiene que haber más cristianos en puestos públicos que den testimonio de su fe.

¿Cómo luchar contra la violencia actual?

No perder la conciencia y estar siempre llamando la atención para evitar acostumbrarse. Pero también luchar contra las desigualdades y las injusticias sociales.

¿Todas las religiones son buenas?

Sí, todas las religiones fundamentalmente son buenas, porque todas nacen de la búsqueda de Dios que está inscrita en el corazón de todo ser humano, conozca o no  a Cristo. Ahora, que sean buenas no significa que sean iguales; hay religiones más primitivas, más naturales podemos decir, y otras con más desarrollo. Nosotros tenemos a Cristo, que es el culmen de la revelación, lo más perfecto que hay”.

Usted se caracteriza por su espíritu deportivo.

Si, en la medida en que uno se organice y sepa la importancia que tiene el deporte, se puede hacer tiempo. A pesar de tantas tareas,  se necesita el ejercicio. La carrera de Cobán ha sido para mí muy estimulante y alegre; he participado ya en   15 medias maratones.

ACTITUD DE APERTURA

Un pastor cercano a los jóvenes

Todos los sectores de la población son importantes en la tarea pastoral de Rodolfo Valenzuela, pero se interesa sobre todo en contagiar la fe a los jóvenes, por una experiencia personal.

“En la figura de Jesús yo encontré en un determinado momento, en un encuentro juvenil, la inspiración, el modelo, el sentido de mi propia existencia. Jesús vivo, que tenía algo que decir para hoy, para mi propia vida, para los jóvenes, con su  manera de enseñar, la cercanía a los pobres, su capacidad de amor y de perdón”, explica.

Por ese mismo espíritu de apertura se ha interesado en el campo del ecumenismo, a fin de hallar puntos de encuentro con otras denominaciones cristianas, y en el diálogo interreligioso, para tender puentes.

“Me gusta mucho San Francisco de Asís, sobre todo por su cercanía al más puro  evangelio; es un santo muy radical. Hablando de ecumenismo, es un santo que también le gusta a los hermanos separados, a los evangélicos y a muchas comunidades, por su coherencia de vida”, dice.

Así también, Valenzuela tiene como parábola favorita la  del hijo pródigo. “Otros le llaman más bien la parábola del Padre providente. ¿Por qué? Porque es la parábola que me hace comprender  quién es Dios: es un padre que me acoge con los brazos abiertos siempre, que me acepta incondicionalmente como soy, que me perdona. No es el Dios juez duro, violento, sino es el padre. Es la parábola que me gusta; eso lo tengo claro”, comenta.

También identifica otra de sus motivaciones al servicio religioso en la necesidad de servir a los demás. “Un buen consejo que me han repetido varias veces es mantener la sencillez y la humildad, porque no es siempre una tarea fácil ser sencillo y cercano a las personas”, refiere.

De hecho, poco después de la entrevista, durante la toma de fotografías, al obispo Valenzuela lo esperaban varios jóvenes en uno de los corredores del convento contiguo a la Catedral de Cobán. A él le agrada el espíritu de fe que se vive entre la juventud de las Verapaces, lo cual lo hace esperar un mejor futuro.

En sus palabras

“Nací en   Quetzaltenango en 1954, cabal cuando le estaban dando el golpe de Estado a Árbenz, el 26 de junio. Mi padre era Moisés Valenzuela y mi madre Elizabeth Núñez”.

“Viví en  Quetzaltenango, y estudie allí en el  Liceo Guatemala de los salesianos.  Hice allí mi primera comunión y mi confirmación”.

“Fui acólito   en la parroquia San Nicolás, en Xelajú. Ese contacto con la eucaristía,  la oración, la devoción,  me hizo descubrir mi vocación religiosa”.

“Hice mis  años de seminarista en el Seminario Mayor de Nuestra Señora de Suyapa,  Tegucigalpa, Honduras. Después cursé una especialización en Teología, en la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma”.

“Como sacerdote  tengo 34 años. Fui ordenado en la diócesis de Quetzaltenango, y de obispo tengo cabal la mitad, 17 años. Actualmente la diócesis de la Verapaz cuenta con 57 sacerdotes”.

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