Arca de espejosEclipse en el periodismo

AQUILES PINTO FLORES.

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No cabe la menor duda: han acuñado frases que la humanidad acarrea por años y por siglos, hasta hacer de ellas su propio patrimonio.

Traigo a cuento una frase que de tan proverbial y expresiva, que de tan sencilla y verídica, ocupa mi atención: ?En vida hermano, en vida…? Por ello me cuesta decir lo que no dije de él, antes que a Pedro Julio García le llegara la enlutada invitación para ingresar al reino de la muerte.

Puede ser por egoísmo, pero tal vez más por desidia, que existe esa inveterada costumbre, reñida con la justicia, de ocultar ante nuestros semejantes los sentimientos que nos provocan. Tengamos la valentía de reconocer que inexplicablemente, tantas veces nos ahorramos un ?te quiero?, palabras que con mucha facilidad se quedan trabadas en la punta de la lengua; sabrá Dios el fondo del misterio.

Por haber sido mi maestro en El Imparcial, admiré muy de cerca a don Pedro Pérez Valenzuela, cronista de la ciudad y autor de varios libros, pero más que todo, conocía el lenguaje, la vida y el comportamiento humano. Pues cuando recibió la invitación para transportarse al más allá, requirió la presencia de dos íntimos amigos para comprometerlos a que por ninguna circunstancia permitieran discursos a la hora de su sepelio, porque ?ni los voy a oír, ni los voy a ver?. Es posible que haya pensado lo mismo que el poeta: ?En vida hermano, en vida…?

Como los misterios de la muerte, hasta hoy en día siguen indescifrables, nos asalta la duda para asegurar si los que se van siguen con nosotros, luciendo su estatura espiritual, pero lo que es verídico es que lo que digamos de los amigos que se nos adelantan en el viaje a la eternidad, servirá para construir su propio epitafio, para satisfacción de los deudos, y para ejemplo de las generaciones presentes y futuras.

Aprovecho este pequeño espacio disponible para decirle a Pedro Julio, aunque tal vez no me oiga, ni me mire, que con su partida el periodismo nacional sufrió un eclipse al cual hasta la naturaleza vino a sumarse, pues precisamente en la tarde de sus exequias, el sol y la luna se ocuparon de echar un poco de oscurana sobre el mundo, así como advirtiendo que una luz se apagaba en Guatemala.

Don Federico Hernández de León, otro de los grandes maestros de la pluma y el de las Efemérides inolvidables, estará regocijado, ya que a su diestra, en la mansión ineluctable, se ha posado el más talentoso de sus discípulos. Querido Peter: con esta voz mía a tu oído acurrucada, te digo una verdad inconmensurablemente cierta: pronto pisaré tus huellas…

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