Digno de ser imitado

JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO

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La historia comercial de la familia Méndez es única en Guatemala. No existe otro concepto como ese. Sin embargo, en el fondo, esa historia no es distinta de la de otras empresas familiares que han logrado prosperar. Normalmente todo comienza con un matrimonio en donde el patriarca toma el riesgo de dejar su ocupación para iniciar un pequeño negocio con muy modestos recursos. Una familia empresarial que sale adelante gracias al trabajo y ejemplo de los padres. Padres que hacen un enorme esfuerzo para transmitir la educación y valores a sus hijos. Hijos que siguen el ejemplo de sus padres; cada uno a su manera y de acuerdo a su personalidad. Una familia que, de cara a la tragedia de la muerte temprana de su patriarca, asume la responsabilidad de sacar adelante su herencia: una empresa frágil que no ha alcanzado su plenitud.

Emilio comienza el libro abriendo su vida y presentando el dilema y los problemas que todo adolescente tiene. Confusión, falta de motivación, sentirse atrapado en un esquema que no le permite “crecer”. Cada muchacho resuelve sus problemas a su manera. Emilio decide salir de Guatemala para encontrarse y descubrir su verdadera pasión. A su regreso, su participación en la empresa familiar se vuelve clave para convertir la marca “Saúl” en un fenómeno exitoso. Pero, para ello, hay que tomar riesgos, innovar, aceptar el fracaso, aprender de él, levantarse, trabajar duro, inspirar a otros, comunicar una visión y al mismo tiempo formar su propia familia…

Emilio pone especial énfasis en las otras cosas que también lo motivan: mejorar las condiciones sociales de su país. Sus iniciativas cívicas como Guateámala, Despertemos Guatemala y 4 Grados Norte, capturaron la atención y motivaron la acción de miles de ciudadanos. Él mismo explica sus motivos: “Creemos que Saúl E. Méndez es un vehículo para alcanzar nuestros sueños y nuestros ideales, no solo como empresarios, sino también como seres humanos y como guatemaltecos”.

“Guatemala está bien —afirma Emilio y nos reta agregando que— …el problema somos nosotros, los guatemaltecos, que no logramos tener la conciencia suficiente para darnos cuenta de que mucho de lo que no nos gusta de nuestro país, lo provocamos nosotros mismos. Además, gran parte de la energía que deberíamos estar orientando a cambiar lo que nos molesta, la desperdiciamos en lamentaciones y culpar a otros, en lugar de asumir nuestra propia responsabilidad”. La de Emilio es una historia digna de ser leída; su mensaje, digno de ser divulgado y su ejemplo, digno de ser imitado.

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