LA BUENA NOTICIA
A fuerza de Bien
Notando la impaciencia de sus contemporáneos ante los que parecían pocos resultados de las “marchas no violentas” allá en la India de los años 40, afirmaba M. Gandhi (1869-1949): “Al final, siempre triunfan la verdad y la justicia”. El problema, claro, es que “ese momento final del triunfo de lo bueno” parece tardar demasiado, especialmente para la época tecnológica actual, donde el lapso temporal entre causa y efecto disminuye siempre más midiéndose todo en cada vez más veloces “gigahertz”. En la Buena Noticia de este domingo, Cristo da una enseñanza para lo que sin duda fueron también las frustraciones de una Iglesia que predicaba, oraba, misionaba, y las cosas parecían seguir iguales, como si la semilla del Reino fuera demasiado pequeña para la amplitud de un mundo poblado de corrupción, impunidad, injusticia, insolidaridad, donde lo que llamaba San Juan Pablo II el mysterium iniquitatis o misterio de la iniquidad pareciera ahogar los valores del Reino de Dios. En la sencilla riqueza de sus comparaciones vegetales Jesús llama a tres actitudes: 1) Ser realista: las fuerzas del bien casi siempre son desproporcionadamente más pequeñas en recursos que la abrumadora potencia económica o propagandística del mal que parece arrasarlo todo: ¿cómo llegó a pasar esto? decía el mundo cuando hace setenta años la locura de algunos llevó a la muerte de cincuenta millones en la Segunda Guerra Mundial; 2) Mantener la esperanza y el espíritu de trabajo por la presencia de ese Reino: el cual no es ideología, metas sociales, propuestas políticas, utopías humanísticas, sino la persona misma de Jesús de Nazareth, Hijo de Dios, decía el Papa emérito Benedicto XVI. Por ello también decía Gandhi: “Casi todo lo que se realice será insignificante, pero es muy importante que se haga”. Así, se debe seguir depositando la semilla del bien en las conciencias, pues ella obrará “sin que el dueño del terreno sepa cómo” siguiendo los ritmos y tiempos de Dios; 3) Dios está actuando, incluso a través de personas de “poca confesión religiosa” pero fieles a los valores de un Reino de Dios que no logran descifrar. Jesús dice que la pequeña semilla del Reino crece automáte (del griego, “con fuerza o dinamismo propio”), pues Dios lleva la historia. Suena difícil, claro, percibirlo actuando en estos tiempos de laicismo radical, de liberalismos encendidos, de creciente ateísmo práctico. A veces ni los religiosos se animan a llamar “pecado” al trasfondo de los descalabros sociales. Pero esa ignorancia de Dios sí lleva a la desesperación al pensar que “no hay buenos que hagan el bien, ni menos un Sumo Bien” que influencie nuestras acciones. El Reino de Dios, Cristo mismo, está presente y actuando aunque se lo desprecie como “cosa de Fe”: de Él ya decía la antigua profecía —también vegetal—: “Creció como retoño pequeño en tierra árida” (Isaías 53,2). Que con realismo, esperanza y compromiso, que con actitud de fe en tiempos de increencia, los guatemaltecos que aspiran a una “Guatemala distinta” no ignoren la fuerza silenciosa del Reino de Dios que más allá de la bulliciosa violencia, vence el mal a fuerza de bien (Romanos 12,21).