CON OTRA MIRADA
Broma de mal gusto
La semana pasada la noticia que el Jesús Nazareno de La Merced de la Ciudad de Guatemala sería ascendido a General del Ejército cayó como patada en la espinilla. ¿En qué país vivimos? nos preguntamos algunos, fuéramos católicos, defensores del patrimonio cultural o simples cargadores de la obra de Mateo de Zúñiga, de Santiago de Guatemala, primera imagen religiosa consagrada a manos del obispo Juan Bautista Álvarez y Toledo, el 5 de agosto de 1717, sin percatarnos de que el lunes 28, Día de los Santos Inocentes, es aprovechado para gastar bromas.
Ante la pregunta y sin salir de nuestro estupor, algunos balbucearon… En un país rico en culturas, pero incomprensible. Un país en el que de manera sincrética conviven tradiciones religiosas precolombinas con católicas, el poder militar con la Iglesia. Un país en el que la incapacidad de organizarse y crear un verdadero Estado, políticos y ciudadanos dejan en manos de la Divina Providencia resolver los asuntos más ingentes.
Así, ante la amenaza que en 1855 representó William Walker, médico, abogado, periodista y político de la universidad de Nashville, EE. UU., cuando invadió Nicaragua al mando de un grupo de filibusteros para derrocar al presidente Fruto Chamorro Pérez, los presidentes centroamericanos iniciaron una ofensiva para expulsarlo. Para asegurar el éxito, el presidente Rafael Carrea ordenó que El Nazareno saliera en procesión en rogativa por la paz, ascendiéndolo al grado de Coronel del Ejército. La participación de Guatemala fue determinante.
Que se sepa, nadie reclamó semejante despropósito, de seguro porque nadie se atrevió.
Años más tarde una nueva amenaza, el comunismo, se la pintó como al mismísimo demonio con cachos, cola y tridente, por lo que para combatirla, un grupo de descamisados guiados por militares traidores a la patria se unieron bajo el amparo de las oscurantistas fuerzas estadounidenses con el resultado que aún padecemos. Una vez más se ultrajó otra venerada imagen religiosa, el Cristo Negro de Esquipulas, obra del también santiagueño Quirio Cataño, a la que se endilgó el grado de Comandante General del Ejército de Liberación Nacional.
En ambos casos un asunto de “seguridad nacional” motivó a las autoridades de la Nación a causar los vejámenes señalados a las sagradas imágenes. En la actualidad, ¿qué y a quién motivaría volver sobre aquellos equivocados pasos? Los errores no son fuente de Derecho, reza un principio legal.
Si el propósito de la noticia fue tantear la opinión pública, está claro que fue desfavorable. Si por el contrario, se trató de una broma de mal gusto, las actuales circunstancias, después de las manifestaciones entre abril y agosto del año que recién terminó, dan clara muestra de que los guatemaltecos no estamos para tonterías de esa naturaleza, sobre todo ante la próxima toma de posesión de nuevas autoridades, de las que se espera mucho, pero se teme puedan poco.
Proponer otorgar un grado militar a una imagen religiosa es una mala idea, no tiene sentido y sin duda nos hace ver como una sociedad primitiva, con un presidente cachureco como en el siglo XIX frente a la amenaza de los filibusteros; aunque en ese mismo siglo, en 1871, Guatemala optó por ser un Estado laico.