Ciudades calendáricas

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y dar inicio al ciclo de las siembras”.

“Los padres de Hun-Pik nunca lo habían llevado a celebrar esta ceremonia porque su nagual era el de la culebra: Kan. Temían que su cuerpo fuera muy receptivo a la fuerte energía del dios y lo enfermara. Esperaron a que Hun-Pik cumpliera 7 tunes. Esa noche de vigilia en la plaza, el padre del niño lo condujo frente a las cabezas de las serpientes que rematan la escalinata del templo. Oró para que lo protegieran”.

“Cuando el primer rayo del sol, del 21 de marzo, surcó el pálido cielo, el silencio cundió en la plaza. Hun-Pik advirtió la presencia de Kukulkán por un fuerte escalofrío, que, como un rayo, le atravesó la espalda. La gente empezó a aplaudir frente a la escalinata. El sonido de las palmadas se propagaba hacia el desnivel de los escalones y rebotaba provocando el eco del canto del quetzal. Lo invocaban. Hun–Pik aplaudió emocionado. Su padre lo cargó en hombros para que observara, por un instante, el milagro de la bajada de KukulKán por la balaustrada de la escalinata”.

Esta historia la imaginé cuando aplaudí con fuerza frente a la escalinata al visitar Chichén Itzá recientemente. ¡Y sí escuché el canto del quetzal! Mi corazón palpitó al corroborar el genio del maya antiguo que no solo conoció de astronomía, arquitectura, matemática, agricultura, sino también descubrió los secretos de la acústica. Sus magníficas ciudades monumentales cumplían varias funciones, a mi juicio, la más importante era armonizar el ritmo de la vida humana con la de la naturaleza y el universo. “Por eso sus ciudades eran calendarios vivos”, susurró el Clarinero.

En Tak’alik Ab’aj, el altar 46 “Piecitos”, porque tiene un par de pies talla 36 bellamente esculpidos, está orientado para marcar el solsticio de invierno. Ello implica que esta ciudad seguía el camino del sol durante todo el año y por lo tanto celebraba también los equinoccios.

En Uaxactún, el complejo arquitectónico “E” es un observatorio astronómico. Consta de tres templetes en el este y de una pirámide radial en el oeste, que es su punto de observación. La ubicación de este conjunto permite el registro exacto de los solsticios y los equinoccios. Las pirámides radiales evocan las “montañas serpientes”, que marcan las cuatro direcciones, los cuatro puntos del cosmos.

Toda comunidad maya antigua, al levantar sus primeros edificios públicos, lo hizo siguiendo un orden cosmológico y lo expresa con orgullo porque sabía dónde se encontraba, “no vivía a la deriva”, susurró el Clarinero.

clarinerormr@hotmail.com

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