Contemos días y lucen los años

|

Nosotros, los seres humanos, somos muy dados a las celebraciones, y en manera particular cuando concluimos un ciclo e iniciamos otro. El inicio del año nuevo no es la excepción. Por lo mismo, los calendarios toman un significado muy particular en el mundo.

Actualmente, en el mundo rigen 13 calendarios diferentes, como el judío, el budista, el islam, etc., cada uno es observado con mucha atención por lo que significa en cada pueblo.

Entendemos que “calendario” del origen latín deriva de calenda, que se entiende como la cuenta sistematizada del transcurso del tiempo. Lo más interesante es que todos ellos tienen connotación religiosa y conlleva una observancia con las prácticas que cada pueblo tiene en sus raíces de la confesionalidad.

En el caso del mundo occidental, que de alguna manera dominó el mundo, llegó a conocerse el término a.C. (antes de Cristo) y d.C. (después de Cristo). Cuando la secularización llegó a predominar se cambió al término de la e.c. (era común).

En el tiempo en que vivimos, cuando las relaciones se van globalizando, unos calendarios se posesionan en manera más generalizada que otros, sea por razones comerciales o simplemente por comodidad, pero en ninguna manera esto priva que cada pueblo o confesión conserve su calendario.

El error en concentrarse tanto en la fecha precisa del último día o el primero del año que estamos celebrando, que olvidamos de la sumatoria del diario vivir que nos lleva al contar las diferentes etapas que conforman la historia y el cuadro de nuestra conducta.

Es evidente que siempre el principio del año se augura y se desea que sea mejor y más favorable que el que terminamos.

Ni modo, nadie podría ser tan fatalista de augurar o visualizar que el nuevo sea peor que el que uno acaba de terminar. Deberíamos ser más analíticos y revisar la historia y ver en qué cosas los augurios ha llegado a cumplirse y en qué casos lamentablemente hemos perdido terreno en vez de avanzar.

Pienso que deberíamos ser menos proselitistas y agoreros en cuanto al año nuevo con los demás, más bien el fin de año debería ser tiempo de introspección para analizar nuestra conducta personal y el desempeño de las responsabilidades antes de buscar culpables de lo no logrado en el año que termina para después asumir la responsabilidad individual con toda madurez para que el nuevo año nos permita mejorar nuestra vida y por consiguiente nuestro entorno inmediato y la sociedad que compartimos.

A cuántos conocemos que cada año es como un columpio que los lleva con ímpetu para mal y otros que pareciera la vida una montaña rusa que no hay modo de estabilizarse. Claro que uno es el que tiene que tomar las decisiones más fundamentales y asumir la culpa.

Creo que es oportuna la plegaria del sabio Moisés que pidió a Dios diciendo: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría”. Si de algo carecemos en nuestra patria sobre todas las cosas es sabiduría para poder proceder sin proyectar conductas alocadas.

Pero eso nadie lo puede hacer por mí, uno es el que tiene que hacer su parte. Entonces empecemos hoy, mañana puede ser tarde, para que el augurio que deseamos tenga un valor agregado al decir: “feliz año nuevo”.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.