Continúan los oscuros procesos

Lo cierto es que muchas de las instalaciones que se han concesionado a raíz de la más cuestionada remodelación, que por cierto ha dejado más dudas que satisfacciones, se han otorgado bajo oscuros procedimientos, donde los funcionarios designados por el Gobierno Central se han dado a la tarea de entregar espacios al mejor postor y a veces ni siquiera eso, pues en el caso de esta área de espera, bautizada 13 Baktún, ni siquiera hubo una licitación o convocatoria pública.

Es por ello que resulta impostergable la intervención de la Contraloría General de Cuentas para esclarecer los pormenores de esta concesión, que se suma a las muchas que se han registrado de manera sospechosamente acelerada y sigilosa, sin cumplir requerimientos de rigor. Por supuesto que es previsible que a partir de este momento se produzca una campaña de comunicación dirigida a exponer las presuntas bondades del proyecto, pero que muy probablemente no disipará la sombras de favoritismo.

El colmo de la desfachatez fue que al cuestionar la celeridad de la obra y el misterio con que fue adjudicada se llegó a declarar que cuando alguien ve una oportunidad de negocios simplemente tiene que pedirla, para que se le conceda. Por años se demandó que se habilitara un área digna para los acompañantes o anfitriones de los viajeros que salen y entran del país por vía aérea, sin que se diera una respuesta oportuna, y ahora, en forma sorpresiva, se conoce el avance de una construcción en un espacio privilegiado sobre el cual no existen detalles de costos y beneficios para la empresa favorecida.

No es la primera vez que esto ocurre con bienes públicos, que debieran concesionarse bajo estándares de transparencia, en un entorno competitivo que asegure el máximo beneficio para el Estado, que debe administrar de manera eficiente esos bienes. Todavía gravitan en el ambiente las sombras que rodean la concesión, a un consorcio español, de una amplia zona anexa a la portuaria Quetzal, la cual acaba de mostrar su rentabilidad, al entregar más de Q100 millones en dividendos, y ahora se destapa esta nueva construcción, tras la cual se intuye tráfico de influencias.

Reza el viejo adagio que no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas, ni malas que parezcan buenas, como pretenden hacerle creer las autoridades a la opinión pública, al afirmar que no le costará un solo centavo al Estado y que a cambio de otorgar tan privilegiado espacio se quedarán con el producto de la renta de los locales, mas no parecen tener conciencia de que con esos oscuros procedimientos solo se contribuye a transmitir una mala imagen para el país.

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