Algunos criterios sobre la política
ni factor de mejoría de las condiciones de seguridad, justicia y bienestar de los habitantes”. Difícil no compartir este criterio, porque recoge una percepción y una realidad imposibles de negar.
OTRA FRASE NO es tan fácil de apoyar. Dice: “Concibo que este es un año pre-electoral de preparación y construcción de amplios consensos, así como de educación política por todos los medios” y así promover la “ discusión, que incida en el debate electoral del 2015”. Aquí, el asunto no se centra en la validez o no de la búsqueda de diálogos y de debate, sino en la imposibilidad de realizarlo precisamente a causa de ser el 2014 un año de lucha electorera, al cual se le unirá el 2015. Es en esta época cuando se desborda la politiquería, representada desde discursos sin contenido y frases demagógicas propagandísticas, hasta pintarrajeos de calles, árboles, puentes, y piedras de las carreteras. Entonces, hablar de debate electoral serio resulta una utopía.
AL REFERIRSE A LOS POlíticos, dice: “el país necesita líderes maduros —y ello incluye poseer inteligencia emocional— preparados y capaces de construir acuerdos e interpretar anhelos colectivos. El país reclama políticos al servicio del pueblo, no mercaderes ni saqueadores, que es lo que hemos tenido hasta ahora. El país demanda reconstruir códigos de confianza, políticas pertinentes e instituciones eficientes”. A causa de sus largos años en el parlamento, el proponente conoce bien la imposibilidad de lograrlo, porque primero se debe terminar con el sistema de “partitribus políticas” centradas en una persona, autodenominada salvadora de la patria, y rodeada de gente incapaz pero —eso sí— dispuesta a hacer la debida genuflexión ante el “líder”.
EN OTRO PÁRRAFO, ALEjos me señala de “no cuestionar la necesidad de reformar políticas del Estado”. No es necesario. Todo sistema político y jurídico es perfectible. Pero ello no se logra solo cuando se le hacen cambios a la Constitución, sobre todo si no ha sido desarrollada, como él sabe muy bien, por haber integrado la Constituyente de la cual emanó la Carta Magna vigente en el país. Si no se ha desarrollado, y si la calidad institucional del Congreso de la República ha llegado a los exiguos niveles de hoy en día, convertir en constituyentes al conjunto de estos diputados, no solo a primera vista sino al analizar la idea con un mínimo de profundidad y de seriedad, se convierte en un chiste o el equivalente a un sueño de opio político.
ESA SUGERENCIA DE DEbatir, de analizar, de consultar con la mayor parte posible de personas, es un largo proceso para el cual es indispensable la voluntad política, a fin de hallar salida a ese “laberinto depredador y degradante en el que desde hace tres décadas ha caído nuestra democracia”. Necesita también del remanso de la actividad electorera previa a los comicios, porque puede durar unos dos años para ir logrando los consensos necesarios, pero sobre todo obtener el pacto entre los participantes de hacer realidad las decisiones consensuadas, sin alteraciones, cambios, supresiones o agregados. Lamentablemente, a consecuencia de cómo se malvive la vida política nacional, soñar en esto también constituye otro sueño de opio, talvez de algún otro país.