Economía familiar
No nos sorprende el hecho de que aparezca en primer lugar. Se considera la madre de todos los conflictos, el que más daño causa en los hogares: roba la paz, crea tensiones, limitaciones, reproches y divisiones. Las causas pueden variar: porque no hay una fuente de ingresos, porque lo que hay no es suficiente o no se administra correctamente.
Sin importar el monto de ingresos identificamos un denominador común en la administración financiera: la actitud respecto del dinero y el sentido de prioridades a la hora de gastar.
No se trata de la cantidad, de lo mucho o poco de los ingresos, sino de la forma como lo administramos. A menudo los gastos son motivados por nuestras pasiones, esos apetitos que dominan la voluntad, convirtiéndonos en esclavos del dinero, de las posesiones, de la ambición, haciendo que nuestro sentido de prioridades no sea el correcto.
Conocimos el caso de una familia cuyos hijos no estudiaban porque consideraban que sus ingresos no eran suficientes para pagar la educación. Sin embargo, cada uno disponía de un teléfono inteligente con acceso a redes sociales, cuyo costo y cuota de servicio podía fácilmente cubrir la inversión de su educación. Era obvio que las prioridades estaban cambiadas.
Debemos preguntarnos ¿Qué nos mueve a gastar de la forma como lo hacemos? Con frecuencia es la codicia y la envidia. La codicia es el afán excesivo de riqueza, deseo vehemente por algunas cosas, en tanto que la envidia es la tristeza o pesar del bien ajeno que nos induce a desear lo que no se tiene, por imitar o superar al otro. Gastamos en cosas que no necesitamos o que están fuera de nuestra realidad. Esta forma de actuar podría conducirnos al endeudamiento.
De tal manera que los conflictos financieros tienen relación directa con el carácter, con lo que atesoramos en nuestro corazón. Para administrar la economía familiar se requiere de sabiduría y de motivaciones correctas a la hora de ganar y de gastar.
Las prioridades y motivaciones se ven reflejadas en los estados de cuenta o en el nivel de deuda. Por lo tanto necesitamos un cambio interno que transforme nuestro pensar y actuar, desarrollando un carácter íntegro por medio del conocimiento espiritual, en buscar a Dios y andar en sus preceptos.
Esto es posible cuando nos sometemos al gobierno divino por medio de Jesús. Entonces podremos cambiar las prioridades, reconociendo que la unidad familiar y su economía es la piedra angular del desarrollo comunitario; buscaremos cumplir el propósito final de nuestros ingresos económicos, que es edificar la vida de otros, comenzando en el hogar, no en alimentar nuestro egoísmo o vanidad.
La nación entera será próspera cuando las familias se fortalezcan y los individuos desarrollemos un carácter ético en todas nuestras relaciones y cambiemos la actitud frente al dinero. Por ello las Escrituras declaran que “raíz de todos los males es el amor al dinero”.