EDITORIAL

Agenda migratoria debe ser prioridad

Poca sorpresa causa el reinicio de las deportaciones de migrantes indocumentados guatemaltecos desde Estados Unidos al inicio del 2016. Nada presagiaba que esa tendencia cambiaría con la llegada del nuevo año, pues aún no se han materializado algunas expectativas que el país quisiera que se concretaran pronto.

Por eso es que se debe entender el caso en su dimensión precisa. Las noticias señalan que los primeros deportados del 2016 ya tenían órdenes judiciales de ser enviados de regreso a sus países de origen y estas se han ejecutado sin miramiento alguno. No se trata, al menos en esos casos, de una nueva tendencia ni de una sorpresiva acción del Gobierno de Estados Unidos, sino del cumplimiento de una serie de mecanismos legales que, agotados, se llevan a cabo sin dilación.

Obvio resulta pensar que en los siguientes días estos tristes pero inevitables procesos seguirán siendo motivo de noticia, porque se entiende que no hay de momento ningún trato preferencial hacia nuestros connacionales en el país del norte que se haya oficializado.

En estas condiciones, solo cabe reflexionar sobre cuáles deben ser los pasos que tiene que seguir el gobierno guatemalteco para, al menos, intentar pasar del tradicional papel pasivo en materia de relaciones con Washington y buscar completar algunas de las conversaciones que abrirían un espacio de tranquilidad y dignidad para los migrantes, hoy piezas claves en la economía y la vida nacional.

Ciertamente, la asimetría de las relaciones con Estados Unidos es indiscutible. Hay poco que ofrecer desde una posición de desventaja política como la que Guatemala ha tenido desde hace muchos años, pero que ahora habría cambiado luego del escabroso 2015 vivido por el gobierno del depuesto Otto Pérez Molina.

Sin embargo, el esfuerzo no debe cejar; antes bien, debe ser redoblado, dada la importancia que ahora representa la esperanza de un tratado preferencial para los guatemaltecos indocumentados en aquel país. Esa debe ser una tarea prioritaria para el gobierno saliente y especialmente para el entrante, ya que si en algún momento serán vitales las remesas familiares, será en este primer año del resto de nuestra historia.

La claridad en el manejo de la diplomacia con Estados Unidos debe partir de esta premisa. Aunque el proyecto de ayuda para los países del triángulo norte centroamericano ya esté avanzado en el país del norte y se espere que pronto comience a funcionar, las condiciones de los migrantes en la unión americana deben ser una razón de existir del actual ministro de Relaciones Exteriores.

Esperar a que la política migratoria estadounidense cambie de manera espontánea es un espejismo. Algo deberá ocurrir en Guatemala para que el tan esperado TPS para connacionales y la ayuda del proyecto del triángulo norte centroamericano sea una realidad.

El destino de muchas comunidades en el interior del país depende de esa claridad, sin la cual solamente tendremos más noticias de deportados, espantoso presagio de malos tiempos para Guatemala.

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