Genocidio-ecocidio

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Pareciera que esta vez el dinero y un enfoque cortoplacista es el que ha ganado la batalla y nuestro futuro se ha quedado en el limbo, ya que ciertos países se han salido con la suya para seguir manteniendo el statu quo con la cultura de la explotación, tanto de seres humanos como de recursos naturales y del planeta en general.

Canadá, al que siempre respetamos por creer que se trataba de un país “verde”, nos ha decepcionado y fue considerado el “patito feo” de la Cumbre Climática celebrada en Durban, Sudáfrica, al retirarse del Protocolo de Kioto; el único instrumento legalmente vinculante que puede exigirles a los países más contaminantes a reducir sus emisiones de gases efecto invernadero-GEI a niveles de 1990. Mark Johnson, de la Oficina de Comunicaciones de Canadá, reiteró que el cambio climático es un reto global que requiere de una solución, pero justificó darle la espalda al Protocolo de Kioto aduciendo que le interesaba más apoyar un nuevo acuerdo que incluyese mayores compromisos de los más grandes emisores. Sin embargo, la creación de un nuevo instrumento llevaría muchos años, tiempo que no tenemos frente al peligro de sucumbir como humanidad.

Debajo del bosque boreal de Alberta, Canadá, y al norte de la frontera con Estados Unidos, encontramos la segunda reserva de petróleo más grande del mundo, después de Arabia Saudita, con 1.7 billones de barriles para su explotación, convirtiendo a ambos países en aliados estratégicos. Con las “oil sands” o arenas bituminosas, Canadá planea inversiones de 70,000 millones de dólares para los próximos años y con ello contaminará entre 2 y 3 veces más con dióxido de carbono (CO2) que la extracción convencional de petróleo, que es lo que más está contribuyendo con el calentamiento global.

Los compromisos de reducción del GEI son tan débiles de parte de los países industrializados que en tan solo ocho años (2020) la temperatura podría subir entre dos, tres o cuatro grados más, poniendo en riesgo al mundo entero. Con tan solo subir 1.5 grados más de temperatura, Centroamérica se convertiría en un desierto tropical, con constantes inundaciones en toda la región; en pocas palabras un cataclismo como el que vivieron los Mayas hace más de 2 mil años.

Lo terrible es que para obtener un solo barril de petróleo del bosque boreal de Canadá tendrán que deforestar varios metros cuadrados, mover una tonelada de tierra e involucrar enormes cantidades de agua y energía, más un impacto que puede durar entre 60 a 100 años en una superficie del tamaño del Estado de Florida. De nada les servirá todo el dinero del mundo cuando ya no tendrán ni a quien venderle sus productos.

Si las naciones más poderosas del mundo solo piensan en cómo ganar más dinero, en vez de solventar el problema del cambio climático, podrían causar genocidio y ecocidio, especialmente a Guatemala, siendo el segundo país más vulnerable a nivel mundial.

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