IDEAS

Gianca, héroe por siempre

El miércoles se fue un amigo muy querido: Giancarlo Ibárgüen; Gianca para sus cercanos. Una persona excepcional que enriqueció la vida de todos aquellos que tuvimos el gusto de conocerlo. Pero sus aportes llegaron mucho más allá, beneficiando a personas que nunca lo conocieron. Esa al final era su esencia, ayudar a que los demás se desarrollaran a través del impulso de los principios de una sociedad libre.

Lo conocí la primera vez que me invitaron a la Universidad Francisco Marroquín. Acababa de conocer al Dr. Manuel Ayau y él me invitó a la cena de graduación de los alumnos distinguidos, donde estarían Steve Forbes y Mario Vargas Llosa. El Dr. Ayau me presentó con ellos pero también con su pupilo más aventajado: Gianca. Luego vino una invitación a asistir a uno de los famosos almuerzos de los lunes en el CEES. En esa primera ocasión, Gianca me regaló varios libros para que profundizara en el conocimiento de las ideas de la libertad. Ese fue el inicio de una relación que duraría más de dos décadas.

Admiré a Gianca por ser recto, honorable, amable, caballeroso, intelectualmente honesto, tolerante pero sobre todo inquieto, activo, capaz de lograr cosas que los demás apenas soñaríamos. Su sed de conocimiento era inagotable, como inagotable era la energía con que impulsaba sus muchos proyectos. Como consecuencia, tenía conocimientos de muchas ramas del saber y durante su vida logró realizar muchísimos proyectos. Era bondadoso, siempre estaba dispuesto a brindar una mano, un consejo, un mensaje de ánimo.

Una de sus características más admirable era su autoestima: no necesitaba ser reconocido por sus logros. Había adoptado una máxima que resumía su sentir: “No hay límites para lo que puedes realizar, siempre y cuando no te importe quién se lleve el crédito”. Y era fiel a este precepto. Muchas de las cosas que hizo e impulsó las logró a través de otras personas. Otros a quienes él motivó, influyó, ayudó, guio y apoyó para que realizaran aquellas cosas que él visualizaba en el futuro. No le importaba llevarse el crédito. Lo que le interesaba era que las cosas se hiciesen.

Tan no le gustaba ser él quien figurara, que en muchas ocasiones me rechazó invitaciones a entrevistas en la radio —afortunadamente no todas— bajo el mismo argumento. “Yo solo soy un soldado de la causa de la libertad”, me dijo repetidas veces. “Que otros figuren, a mí me toca el trabajo para lograr que las cosas pasen”.

Es por esa razón que considero que muchas de las cosas que le debemos —aquí y en otras partes— quizá nunca se le atribuyan ni le sean agradecidas. Pero estoy seguro de que eso le tenía sin cuidado. Estaba feliz de lograr lo que se proponía.

Su principal pasión era la defensa de los principios de la libertad.

Para ello aprovechó sus otras dos pasiones: la educación y la tecnología. Aunadas, logró catapultar a la UFM a la era digital antes que la mayoría de universidades del mundo y coadyuvó a cumplir su misión, difundiendo a todo el mundo los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables.

La lección final nos la dejó con su espíritu y determinación inquebrantables. Afrontó con valentía la terrible enfermedad que la vida le deparó. Su estado de ánimo era tal que cuando uno lo visitaba con la peregrina idea de animarlo, era uno quien salía reconfortado y animado.

Palabras me faltan para expresar mi admiración por la gran persona que fue, así como el dolor por su partida. Solo me queda ser agradecido por haber tenido la oportunidad de compartir unos años con una persona tan excepcional.

Descansa en paz, Gianca. Seguirás vivo en el recuerdo de todas las personas a quienes nos cambiaste la vida.

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).