Entre gringos

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con pedigüeñerías y proyectos locos de quienes no consiguen mejorar la seguridad pública y ahora predican “sellar” las fronteras.

Además, otros políticos consideran simpático visitar el país. El primero fue bitcóin Tom Carper, el senador de Delaware, conocido impulsor de la moneda virtual que dejó pérdidas por más de US$500 millones. Se dice que Carper inició su carrera política de diputado federal en la campaña calificada como la más sucia de los últimos tiempos.

Estuvo salpicada con los consabidos escándalos de faldas y violencia intrafamiliar, que suelen decidir las elecciones allá. Votó por el rescate bancario, lo que le valió ser escogido por los grandes intereses industriales para ser gobernador, y posteriormente, para senador. A pesar de varios desaguisados como el bitcóin, se considera un voto fuerte a favor del presidente Obama. Actualmente se desempeña en dos frentes: facilitar los negocios de energía particularmente gas y petróleo, así como limitar la libertad en internet, promoviendo controles que eventualmente puedan privatizar el medio.

Pero lo más deslumbrante es la visita de Chuck Hagel, el Capitán América desencantado. Fue multicondecorado en Vietnam y después se convirtió en multimillonario, lo que le facilitó obtener cargos en representación del partido Republicano. En su carrera política se ha dedicado a criticar todas las acciones militares de su país. No le ha importado asumir posiciones antisemitas para justificar sus críticas. Inconsecuente con su discurso, votó por la ley de seguridad nacional sin amilanarse.

Sus palabras coincidieron con las promesas del presidente Obama, referente al cierre de la prisión de Guantánamo, de donde resultó un buen candidato de derecha para ministro de la Defensa. Aunque es obvio que una veleta siempre se moverá con el viento: las malas relaciones con el Estado Mayor Conjunto de los EE. UU. explican su presencia en el país, al momento de discutir el mayor desafío militar por parte de Rusia, después de la Guerra Fría, en Ucrania.

A Chuck le gusta disfrazarse, a la manera de la Huelga de Dolores. Su actitud bufa la efectuó varias veces en el Capitolio. Todavía no lo ha hecho en el Pentágono. Ojalá no se le ocurra disfrazarse de jefe del cartel de los Sapos, arguyendo que estuvo en Marihuana Republic y le hicieron propuestas de futuros proyectos de plantaciones de amapola. No hay duda, el diablo los junta.

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ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.