PUNTO DE ENCUENTRO

Hay discursos y discursos

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Muy cerca de cumplir 100 días al frente del Ejecutivo, Jimmy Morales se ha distinguido por lo vacío e incongruente de sus discursos. Cuando no llenos de contradicciones, anécdotas y moralejas, repletos de sinsentidos. Pronto se le agotó la estrategia de la jura a la bandera o cantar el himno nacional y entonces el presidente se vio forzado —a regañadientes— a referirse a los temas sustantivos y ahí empezaron a notarse las enormes debilidades de quien llegó al poder de carambola.

Carente de un plan y una hoja de ruta sobre los aspectos centrales que el Gobierno debiera atender, le dio por pelearse con los periodistas por sus preguntas “incómodas e impertinentes” o responder con bromas y chistes inoportunos, como el “chanananán”. Y qué decir del discurso de toma de posesión, cuando retorció deliberadamente un texto de Tito Monterroso para justificar la impunidad, o de su reciente participación en una actividad de la Fundación Esquipulas en la que salió —otra vez— con la fábula del martillo y el serrucho, mientras Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, se refería a la justicia de transición y a la inaplicabilidad de la amnistía para crímenes de lesa humanidad. ¡Ufff!

El rostro del pequeño alumno de la escuela de Mixco mientras Morales discursaba habla más que mil palabras e ilustra perfectamente esa sensación de hastío y vergüenza ajena frente a las escasas luces y la verborrea de quien ocupa la primera magistratura del país.

Pero también hay otro tipo de discursos interesados que abundan por estos días. Provienen de gente que una pensaría podría defender sus puntos con argumentos más sólidos y sustentados, sin recurrir a las falacias y al cinismo. Cuando se conoció públicamente el caso “Aceros de Guatemala”, la millonaria defraudación fiscal y los sobornos de sus personeros hacia funcionarios de la SAT para cambiar los dictámenes y evitar un proceso penal, hubo voces que salieron en su defensa y hasta disculparon el delito, argumentando que a algunos empresarios no les queda más que recurrir a estas prácticas por la corrupción imperante y que la solución —en lugar de la investigación y persecución penal— es decretar una amnistía fiscal para limpiar los “malentendidos”. ¿Qué tal?

En esa línea hay quienes afirman que en el escándalo de los Papeles de Panamá hay que distinguir las diferencias. No se puede sospechar de quienes provienen de familias con larga trayectoria financiera, esos no cometen defraudación ni lavado de dinero a través de las offshore, solo las utilizan como una opción de negocios y resguardo de su capital. Mientras que a los advenedizos hay que aplicarles todo el peso de la ley. ¡Habrase visto que esos pistudos emergentes recurran a las mismas prácticas de las familias bien!

Pero hay discursos más peligrosos que pueden causar males mayores. Esos cargados de odio y descalificación que colocan a las personas y a grupos sociales en una situación de enorme vulnerabilidad. Sucede muy frecuentemente con las niñas y las mujeres que son víctimas de violencia sexual. Basta recordar las palabras del ministro de la Defensa, que prácticamente acusó a la alumna del Adolfo V. Hall de ser la causante de su propia violación. O las recurrentes difamaciones y calumnias que se levantan contra dirigentes sociales o defensores de derechos humanos que abonan el camino de la criminalización. Y qué decir de la permanente descalificación y burla hacia la comunidad gay o de la incesante campaña de desprestigio (¡terroristas, terroristas!) contra todo aquel que piense distinto y se atreva a desafiar el status quo. De doble moral y de odio ya hemos tenido suficiente.

@MarielosMonzon

ESCRITO POR:

Marielos Monzón

Periodista y comunicadora social. Conductora de radio y televisión. Coordinadora general de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP). Fundadora de la Red Centroamericana de Periodistas e integrante del colectivo No Nos Callarán.