Infierno chapín
que han tenido que superar admirablemente los abuelos maternos Juan Luis y Angelis Siekavizza para recuperar a sus nietos.
Es imperdonable que el testimonio del niño Roberto José Barreda Siekavizza, de apenas 9 años, y que gracias a Dios fue declarado bajo reserva, fuera retrasado casi cinco horas por las “fallas técnicas del audio” que impidió la transmisión de la videoconferencia desde la cámara Gesell, en el edificio del Ministerio Público, en Gerona, hacia la Torre de Tribunales. ¿Sería una falla técnica o una falla intencional?
Si podemos realizar videoconferencias de Guatemala hasta el Japón, ¿no parece extraño que esa mañana que declararía Roberto José se retrasara tantas horas la diligencia? El abogado Fredy Cotí me comentó que el día anterior todo había funcionado perfectamente. ¿Cómo serán tratados los niños que acudan a declarar los horrores que han sufrido en juicios futuros y que no tengan la cobertura mediática de este caso?, pensé.
¿Por qué la jueza Carol Patricia Flores no determinó desde un principio que el proceso se llevara a cabo en el Ministerio Público (MP) de Gerona, a puerta cerrada, si así terminó haciéndolo? Si un adulto que va a declarar se pone nervioso y siente temor, ¿cómo no va a sentirlo un niño de 9 años? No, no, no. Eso no debe volver a suceder. Todo juzgador es el primero que debe velar por la protección y la seguridad de la niñez. Su ejemplo marca. “Por ello en todas las dependencias del Organismo Judicial deberían colocarse carteles enormes con los derechos de la niñez. Tal vez así no se les olvida a los jueces y a todos los abogados chapines”, exclamó el Clarinero.
El caso de Cristina expresa el arquetipo de la violencia intrafamiliar y femicidio que se padece en Guatemala. Dejará huella aunque paradójicamente el caso no se lleve a un juzgado especializado en femicidio. El MP y la Fundación Sobrevivientes lo solicitaron, pero la jueza Flores la rechazó aduciendo que no tiene la competencia para hacerlo.
Reflexión final. ¿Por qué nos hemos convertido en una sociedad tan insensible, tan metalizada, tan mediocre, y tan ajena a los valores básicos de convivencia donde deben prevalecer los derechos de la niñez?
No debemos callar si conocemos el maltrato de cualquier niño o niña. De mi lado, estoy segura de que el amor de los abuelos Siekavizza traerá paz y alegría a la vida de Roberto José y María Mercedes. Les deseo que muy pronto “la luz de la mañana disperse sus pesadillas”.
clarinerormr@hotmail.com