EDITORIAL

La dinámica social determina el rumbo

Flota en el ambiente la percepción de que el acomodamiento de fuerzas políticas y de poder real que se está dando actualmente no busca estabilizar al país ni orientar al Gobierno hacia una mejor gestión, sino pretende acelerar el proceso de descomposición que ya se vive en diferentes órdenes, para justificar así una nueva etapa socialmente convulsa, similar a la que terminó con el régimen de Otto Pérez Molina.

Las expresiones de ese acomodamiento están a la vista. Fluye permanentemente una corriente de opinión pública donde políticos y académicos de diversas tendencias cuestionan tanto el pasado como el presente, a la vez que plantean escenarios a cuales más inalcanzables como única salida para el país.

Si bien es positivo buscar metas lejanas, las propuestas durante una crisis deben tener factibilidad; es decir, ser posibles de alcanzar a partir de lo que se tiene, porque de no ser así solo se fomenta la frustración generalizada e irreflexiva.

En las actuales circunstancias, lo cotidiano está difiriendo las discusiones de fondo. Los problemas en la red hospitalaria, en la seguridad pública y en lo financiero han desplazado la atención sobre lo estratégico, dejando ese espacio libre para que agrupaciones hagan propuestas puntuales a fin de reordenar el país según sus intereses particulares.

La discusión sobre el futuro nacional está limitada a lo que esos grupos aislados sugieren. No hay mayor actividad notable para fortalecer la visión estratégica que Guatemala necesita, en aras de orientar sus pasos hacia acciones futuras coordinadas. El vacío continuado aumenta la sensación de desgobierno y potencializa el valor de estos pocos ciudadanos que buscan apoderarse del derecho social de discutir y proponer.

No es culpa de esos grupos que la discusión tenga una perspectiva reflejo de sus posiciones particulares. Su agenda está ganando espacio en la mente de los ciudadanos ante la ausencia de discusiones contrastantes y avanza mientras la agenda noticiosa de todos los días subyuga lo importante ante lo urgente.

Se hace necesario llamar a la reflexión a todos los sectores nacionales para que emerjan pronto no solo propuestas que deriven en una visión optimista, sino que, conociendo la realidad actual, presenten propuestas factibles dirigidas a exigencias razonables, para que el Gobierno las cumpla en el corto plazo. Es la mejor manera de ayudar a que la Nación encuentre su rumbo.

En tanto lo teórico siga siendo el punto de referencia, el sentimiento de fracaso nacional seguirá creciendo. No basta criticar sistemáticamente la realidad, debemos hacer un esfuerzo por proponer y exigir que se haga lo necesario por buscar objetivos que sí se puedan alcanzar. Mientras eso no ocurra, la eterna lucha entre el “debe ser” y el “es” seguirá ganando terreno y conminará el ánimo popular.

El futuro no se alcanzará si el país, como un sector mayoritario, no hace esfuerzos por cambiar el presente como forma de asegurar un mejor futuro. Más allá de las autoridades del momento y de los problemas que hoy las acosan, de no actuar con madurez y organización pueden provocar una ingobernabilidad de consecuencias nefastas.

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