DE MIS NOTAS
La gaveta de lo por hacer
Uno amanece con un cúmulo de acumulaciones de problemas de urgente resolución. A todo nivel: personal, familiar, barrio, estado, departamento, país. Y si elevas tu conciencia un tanto, ves a tu planeta haciéndose M… a nivel global. (siendo objetivo no hay otro adjetivo)
Los corales, los mares, las ballenas, las selvas, bosques, los ríos, se están haciendo M… Esa es la urgencia y la razón de que haya tanto por hacer. La vida no se detiene y continúa la inercia del ayer pasando su factura. Nos pega el ayer. Lo que sembramos ayer, eso cosechamos. No podemos detenerlo. Lo único que nos queda es este momento, el de hoy. Hoy podemos parar la cosecha del mañana.
Que bueno que pensemos en el agua. Esa Marcha por el Agua aumentará la conciencia para la conservación de ese líquido vital. Ojalá salga en las pancartas que los depredadores más grandes, los ensuciadores más shucos, los contaminadores más consistentes de los ríos somos nosotros mismos, léase en su orden, los manifestantes que portamos los slogans de “el agua es nuestra”; luego vienen los alcaldes que hemos elegido —que ni uno solo ha dejado de tirarle las inmundicias de sus municipios a los ríos y los lagos circundantes—; luego algunos, no todos, de los irresponsables agricultores que creyeron que no había factura por desviar un río y dejar con sed a los de abajo.
Pero esos son efectos. El pecado del mal manejo del agua es doble, porque no solo no cuidamos el agua que tenemos, sino que la desperdiciamos al destruir los bosques y sus manantiales a una velocidad espantosa.
“Montañas pelonas, desérticas y áridas. Montañas color marrón erosionadas por una orografía calcada como si fuese una página de papel arrugada tirada en el suelo. Esa es la vista aérea de muchas cuencas.” Kaltschmitt/Prensa Libre/oct/2011.
Guatemala posee 38 cuencas hidrográficas, una red de 27 mil kilómetros lineales y un volumen de escorrentía total (1990) de cien millones de metros cúbicos por año distribuidos entre tres vertientes: Pacífico, Mar Caribe y Golfo de México. No hay duda de que este volumen ha bajado drásticamente en los últimos 30 años. Buena parte de esto se ha debido a la presión demográfica y a la deforestación.
Los números no dan margen para respirar. La investigación de Iarna señala que durante estos años la deforestación absoluta osciló entre 60 mil y 70 mil ha/año, una pérdida acumulada de dos millones 958,826 mil hectáreas de bosque, y que con el incremento de la población, la disponibilidad de bosques por habitante se ha reducido sustancialmente, de 2.22 hectáreas a 0.39 de hectárea.
Cien árboles maduros remueven 53 toneladas de dióxido de carbono y 430 libras de contaminantes del aire. Además, “capturan” alrededor de 139 mil galones de agua de lluvia por año, y controlan la erosión del suelo, fertilizan y dan refugio a la fauna. ¿Cuánto vale eso?
Entonces cambiemos las pancartas. Están equivocadas. Claro que tenemos que cuidar la poca agua que tenemos. Pero lo más importante es conservar y aumentar el volumen evitando más deforestación y “comprometiéndonos” a la reforestación. Varias son las acciones: El Programa de incentivos Forestales Pinfor que promueve el INAB desde 1996 y cuya misión encaja como un guante para esta coyuntura de crisis porque “fomenta la creación de núcleos de producción forestal regional de alta productividad, para impulsar la oferta de productos forestales competitivos, reducir la deforestación, generar servicios ambientales y general empleo en el área rural”.
Y ahora, en lo práctico: Levántate de tu silla. Busca un vivero; escoge un par de arbolitos, selecciona un lugar donde sembrarlos y comprométete a cuidarlos.
Y en la pancarta hay que poner: “Sembrá tu árbol”.
alfredkalt@gmail.com