CATALEJO

La naturaleza, actor económico

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HACE ALGUNOS DÍAS, OCURRIÓ un hecho sin precedentes en nuestro país. En resumen, ciudadanos residentes en aldeas y municipios de la Costa Sur destruyeron con sus manos una serie de valladares colocados en uno de los ríos de la zona, con el fin de desviar sus aguas para dirigirlas a plantaciones de banano y de palma africana. A causa de esto, a partir del lugar donde estaban esos diques, el río redujo su caudal al mínimo, hasta desaparecerlo por completo y dejar el lecho del mismo convertido en un área arenosa, seca, con el resultado de dejar sin agua a las poblaciones localizadas rumbo al océano Pacífico. Esta reducción comenzó hace varios años, pero ahora llegó a su máxima expresión y por eso llegó a convertirse en noticia.

EL DESARROLLO DE un país, el derecho de los ciudadanos a utilizar los recursos naturales y los beneficios derivados de la actividad económica en el sistema capitalista, son ciertamente valores importantes y deben ser apoyados por medio de la ley y de la costumbre. Sin embargo, aunque en los textos legales no haya prohibiciones explícitas, pormenorizadas, tampoco se puede justificar la aplicación de estos criterios cuando el resultado implica daños, muchas veces irreversibles, a la comunidad humana. No se trata de consideraciones ideológicas ni políticas o politiqueras. Simplemente, el beneficio individual no es un absoluto y por ello debe ser considerado como superior a todos los derechos intrínsecos de los seres humanos.

MUCHAS VECES SE HA HECHO la pregunta sobre dónde radica el límite de los derechos individuales. Tiene respuestas muy variadas, dependiendo del tipo de actividad, pero cuando se trata de la utilización de la naturaleza, ese límite se encuentra en la capacidad de esta para continuar proporcionando las condiciones para la vida humana. Es lógico: de lo contrario resulta suicida para el ser humano como integrante, no como rey ni como ser superior. La descripción de madre naturaleza es correcta porque todos los seres vivos, incluyendo por supuesto los humanos, son parte, se deben y dependen de la concatenación e interrelaciones de los factores naturales para sobrevivir. A causa de las nuevas tecnologías, esa supervivencia puede estar en peligro.

CADA VEZ MÁS SE COMPRUEBAN los efectos del paso del ser humano por el planeta, cada vez más negativos. No puedo creer cuando, a pesar de las evidencias abrumadoras al contrario, algunas personas todavía se niegan a aceptar el riesgo de la existencia humana en el planeta a causa de la tecnología. Me molesta enterarme de estudios científicos según los cuales son cíclicas, o simplemente no existen, las muestras de enfermedad del planeta donde todos vivimos. Así como la bomba atómica puso por primera vez como una realidad la destrucción de toda la vida humana, en la actualidad la desbocada acción de una humanidad cada vez mayor otorga cada día nuevas razones para decidir de inmediato la toma de decisiones impostergables.

EL DERECHO A OBTENER riquezas debe limitarse en base a un factor innegable: la capacidad de recuperación propia de la naturaleza. Los beneficios económicos individuales no pueden, por definición, ser superiores al derecho de la colectividad, porque los beneficiarios están incluidos en esta colectividad. En otras palabras, también se morirán. El caso del río comentado en este artículo constituye un buen ejemplo: el derecho del beneficio individual debe balancearse con el de quienes, por ser seres humanos, necesitan del agua de la misma forma como lo hacen los vegetales de las plantaciones. Nadie puede criticar la acción de los aldeanos, porque es su supervivencia. En pequeño, este es el argumento toral necesario en todo el mundo.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.