La otra patria
Sin embargo, de la débil moral de aquellos políticos cuyas promesas jamás honran, se obtiene también algún resultado positivo de esas comunidades humanas abandonadas, en las cuales surgen por imperiosa necesidad mentes ingeniosas capaces de buscar las soluciones más originales a sus problemas ancestrales. La supervivencia, entonces, se transforma en el motor fundamental y en su búsqueda cualquier otro motivo pasa a segundo plano.
Sin embargo, el hecho de que esos millones de habitantes de las zonas rurales tengan la capacidad de resolver algunos de sus urgentes problemas sin ayuda ni presencia del Estado, constituye uno de los síntomas más claros de la escasa capacidad administrativa de los partidos políticos que ya combaten como fieras para conseguir las llaves del poder y de la caja fuerte.
Algo que no han valorado estos políticos, la mayoría privados del necesario sentido de responsabilidad histórica, es la fuerza del pueblo. Esa capacidad para enfrentar las más duras circunstancias con una gran entereza es lo que ha mantenido no solo la economía del país —que no es mérito exclusivo de los empresarios ni de los finqueros—, sino también sus tradiciones, su cultura y el débil tejido social que aun se enfrenta estoicamente contra los efectos de la violencia, la corrupción y las pésimas decisiones que lo afectan.
En ese brevísimo paso por el paisaje rural llama también la atención la poderosa presencia de las mujeres en los caminos, en los mercados, acarreando agua, leña, productos de consumo y realizando las tareas más pesadas; así como la presencia de niñas y adolescentes —muchas de ellas ya casadas, la mayoría en contra de su voluntad— alejadas de la escuela y sin posibilidades de tener acceso a las oportunidades que les permitirían un futuro más promisorio, y mucho menos la oportunidad de formar parte de organizaciones civiles y políticas que les permitieran incidir en las decisiones que las afectan de manera directa.
Este vuelo de pájaro por el paisaje rural pone en perspectiva los valores de una sociedad cuyos estamentos de decisión aumentan su poder de manera sostenida gracias a un débil sistema de pesos y contrapesos. Una reforma profunda del Estado es, hoy más que nunca, el único camino posible hacia el desarrollo.
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