VENTANA
Mar y Tierra
Nací en la ciudad capital pero una ola del mar llegó a la playa de mi vida y me atrapó. Al acercarme a su fascinante mundo descubrí la interdependencia que existe entre los sistemas vivos de la Tierra y sus océanos, que ocupan siete de cada 10 partes de su superficie. “Por eso los astronautas hablan de la Tierra como el planeta azul”, susurró el Clarinero. Los océanos sostienen la vida en la Tierra. Su importancia no tiene parangón.
Tuve conciencia de la existencia de nuestras costas del Atlántico cuando de niña pasaba por Zacapa y observaba lo caudaloso que era el río Motagua. Así supe que este magnífico río desembocaba en un mar que llamaban del Caribe, y que sus playas eran tan blancas como el azúcar. Cuando me sumergí con snorkel en las aguas turquesas y prístinas de Roatán, Honduras, los ojos no me alcanzaban para admirar al arrecife de coral que reta a la imaginación. Ese ecosistema bello, diverso y complejo con fauna y flora exuberante propicia la vida marina. El arrecife es el bosque tropical del mar. Los corales son seres vivos, dentro de su tejido poseen algas que llevan a cabo la fotosíntesis. Para vivir necesitan aguas limpias y no muy profundas.
En el año 2010 varias empresas extranjeras intentaron extraer el hierro de nuestra arenas negras del océano Pacífico en la Costa Sur. La explotación del hierro y de otros minerales eliminaría nuestras playas que son el sostén de nuestros ecosistemas marino costeros y funcionan como barreras naturales contra los efectos climáticos. Un grupo de chapines fundamos la Alianza Ciudadana por la Costa Sur y junto con las comunidades de la zona luchamos hasta impedirlo. En esa etapa de activismo fuerte aprendí cómo nuestras actividades humanas, la sobrepesca, las aguas residuales e industriales, los desechos plásticos ponen en riesgo la vida en los océanos y por ende nuestra propia vida como especie. Si no cambiamos esas acciones irresponsables se revertirán como un bumerán y afectarán a las generaciones venideras. ¡Qué terrible legado!
Para revertir ese sombrío futuro es fundamental apoyar iniciativas como “Arrecifes Saludables para gente saludable” (Healthy Reefs-HRI). Esta iniciativa aglutina a 65 organizaciones de conservación que monitorean la salud del Arrecife Mesoamericano (SAM) que se extiende mil km a lo largo de las costas caribeñas de Honduras, Guatemala, Belice y México. Es la barrera coralina más larga del Hemisferio Occidental. Contribuye a la economía de las comunidades locales de toda la región. La iniciativa comprende a los cuatro países que se han comprometido a salvarlo, protegiéndolo y manejándolo sustentablemente. El 10 de marzo de este año 2016, la Licda. Ana Giro, coordinadora de HRI para Guatemala, presentó un Nuevo Informe de Avances. Sugiero conocer el informe completo al visitar la página: http://www.arrecifessaludables.org
¿Cuál fue el resultado para la región mesoamericana? Hubo mejora en investigación, educación y concientización. HRI y Dipesca; por ejemplo, trabajaron juntos para explicarles científicamente a los pescadores, en Lívingston, Izabal, por qué era importante prohibir la pesca de los peces loro. Esta especie es herbívora y consume la macroalga carnosa que asfixia al coral. Cerca de 350 participantes aprobaron unánimemente la prohibición que durará cinco años. Así, Guatemala se suma exitosamente a uno de los esfuerzos regionales para proteger el arrecife. Sin embargo, estamos mal en el tema de la sobrepesca y el tratamiento de aguas residuales e industriales. Urge reducir la contaminación puntual en tierra. Urge salvar nuestros ríos, así también salvaremos nuestros mares. ¡Conservemos siempre nuestras playas limpias!