PRESTO NON TROPPO

Mayo 1968: La imaginación al poder

La imaginación siempre ha acompañado al ser humano, no solamente en el sentido de una percepción falsa o el juicio de algo que no es real o no tiene fundamento, como lo enuncia de manera lapidaria el diccionario, sino como una facultad para representar imágenes (imagen = figura, semejanza, apariencia) de cosas reales o ideales; una facilidad para formar nuevas ideas y nuevos proyectos. Para muchas personas esta facultad es aplicable sólo en el ámbito de las artes. Nada más erróneo; es igualmente imprescindible para un verdulero, una contadora, un taxista, una corredora de bienes raíces, un químico. Sin la imaginación, no habrá venta de verduras, ni cuentas claras, ni transporte eficiente, ni transacción inmobiliaria, ni el descubrimiento de una nueva fórmula científica.

La consigna que encabeza este comentario surge en el contexto de uno de los levantamientos sociales más importantes en los anales de la humanidad, hará medio siglo el próximo 10 de mayo: “La Nuit des Barricades”, en el Quartier Latin de París. Se sucedían cambios sin precedentes en la política, la economía y la cultura de todo el mundo. Se hacía necesaria una lucha contra el autoritarismo, la guerra, la amenaza nuclear, la dominación colonial y la represión; el desempleo, las malas condiciones del trabajo asalariado, la sociedad de consumo, la masificación y la manipulación por los medios de comunicación, el desastre ecológico; el dogma de los políticos, del capitalismo, de la religión y de la educación. Cobran fuerza entonces varios lemas, hijos del panfleto y de un discurso que muchas veces peca de oportunista, pero que –bien entendidos y, sobre todo, bien aplicados– nos hablan y nos pueden mover a acciones profundamente humanas. “Exijamos lo imposible”, “Prohibido prohibir” y, claro, “La imaginación al poder”.

Llama la atención que hoy, a 50 años del Mayo Francés, de la Primavera de Praga, de la Matanza de Tlatelolco, del asesinato de Martin Luther King y Robert Kennedy… todavía hay tantos y tantas que se espantan con la idea de la imaginación… llevada al poder. Su argumento es pobre, al punto de considerar que el poder es intrínsecamente malo. Parecen no distinguir (o no querer distinguir) entre el poder para hacer algo y el poder sobre algo. No es únicamente cuestión de gramática. El poder sobre otros, obviamente, ilustra la infame capacidad que ese poder nos otorga para imponernos a los demás. Muy diferente, es el caso del poder como un vehículo que nos permite crear, dar, compartir, experimentar, sensibilizar, llegar más alto y más lejos, con tal de conferirle razón de ser a la existencia de la especie humana.

Por supuesto, trivializar una idea poderosa e imaginativa –el poder de la imaginación– por medio del comercio y la publicidad, eso termina por convertir lo insubordinado en aquello mismo contra lo que se insubordinaba. Aquí es donde el arte y la cultura han jugado y siguen jugando un papel determinante para empoderar a la imaginación, cosa que usualmente se procura disuadir desde el hogar, la escuela, la iglesia y las instituciones obsesionadas con mantener un orden establecido, en beneficio siempre de minorías privilegiadas, reacias a pensar la utopía como el principio de una realidad. Precisada urgentemente de una transformación inteligente y extensa, Guatemala no puede seguir ignorando la gravedad que se deriva de una inveterada falta de imaginación. Por si no nos hubiéramos percatado de ello, basta con que le demos una mirada a este último medio siglo de historia nacional: la ineptitud de quienes ostentan el poder en todos los estamentos del país, para imaginar una patria feliz – hasta para ellos mismos.

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