Momentos para la confraternidad
Decía el pasado domingo el arzobispo metropolitano, Óscar Julio Vian, que muchas personas se compenetran tanto en la parranda que hasta se olvidan de lo que realmente se festeja en esta ocasión, y por ello su exhortación se dirigía a motivar a las personas a concentrarse en la paz interior, para que renazca la fe cristiana, lo cual se debe traducir en una genuina confraternidad para que el espíritu navideño se prolongue a lo largo de los días y meses siguientes.
De hecho, las campañas que distintas entidades de socorro y de seguridad han logrado transmitir son un mensaje certero durante los últimos años, al punto de que el país registran cada vez menos muertes en carreteras por estas fechas, y ese dato puede constituir un logro que se traduce en bienestar para los hogares. Si bien los infaustos percances no se han logrado erradicar del todo, la enseñanza está dada, en favor de una toma de conciencia que demande mayor responsabilidad de conductores particulares y también de transporte pesado y colectivo.
Cuando en distintos escenarios se observan escenas de solidaridad, como la entrega de regalos a niños y personas humildes, es momento de recordar valores que tienen perfecta sintonía con la ocasión, entre ellos la justicia, la esperanza, la hermandad y, por supuesto, también el civismo, pues si bien haya personas que por sus propias convicciones no sean practicantes de una religión, ello no es obstáculo para que sostengan una conducta acorde a un sano humanismo.
Ciertamente, cuando se toma conciencia del verdadero espíritu de lo que se conmemora en esta Octava de Navidad, es cuando la oportunidad se vuelve propicia para plasmar el respeto el prójimo, cuya medida la estableció Cristo claramente, al señalar que se le debe amar como a sí mismo. Conmemorar su nacimiento, multiplicar sus enseñanzas y sobre todo predicar con el ejemplo en un mundo con tantas contradicciones y carencias resulta una tarea loable que a su vez genera nuevas dinámicas renovadoras.
Decía el papa Francisco hace pocos días, a propósito del desperdicio que domina a la cultura occidental, que solo con la comida que se desecha se les podría dar de comer a los más desprotegidos y nadie padecería hambre, lo cual es otra forma de reflexionar sobre el despilfarro que se apodera de millones de seres humanos, quienes bien pueden dedicar un poco de lo gastado en bebidas alcohólicas a efectuar donaciones a los desposeídos o a entidades que trabajan en favor de ellos y eso por no mencionar la gravísima e ineludible responsabilidad de mantener la sobriedad al conducir cualquier tipo de vehículo.