Navidad para un estilo de vida
A nivel individual como también familiar deberíamos proponernos que lo que vivimos en estas festividades sea algo que no solamente sea de estos días de algarabía, sino también durante todo el año tenga la dimensión y aprecio, no tanto cuánto gastamos o bien lo apetitoso que comemos, sino lo que compartimos, en afecto, aprecio y entusiasmo contagioso, y no importando el estado de ánimo buscamos que todos estén al tono del fervor propio de la fecha.
El natalicio del Señor es una celebración que tuvo lugar con un propósito determinado para que la humanidad no solo cambiara, sino también valorara para toda una vida. Y cuando nos reunimos en las convivencias sea manifiesta su confesionalidad de cristianos y que tengan una conducta de paz y amor en todo lo que se involucran. Es triste pensar que hay más esfuerzo y esmero en decorar nuestro medio que la interrelación que debemos tener más allá de los días festivos.
Deberíamos entender que la fiesta de la Natividad no es tanto cuestión de presupuesto, sino más bien la disposición de cambiar nuestro modo de ser, para que la vida tenga otro perfil y otra calidad. Es muy claro que la sociedad puede mucho más tolerar hambre que desprecio. En estos días nos excedemos en la agenda cargada de reuniones, pero deberíamos reducir la cantidad de comida y aumentar la voluntad de querer vivir en paz y armonía, para que todas las otras cosas que hacemos tengan más valor y se aprecien mucho más.
Lo interesante de lo expuesto para que se logre no es cuestión de vitaminas ni ejercicios corporales ni cosa que sea tan difícil de alcanzar, sino una determinación de la voluntad individual al reconocer que el que vino a nacer en el pesebre lo hizo para traer cambios en nuestra vida y no simplemente una fecha para pasarla alegres y nada más.
Uno se pregunta muy maliciosamente si la gente se esconde detrás de los convivios para no tener que cambiar la conducta, como quien dijera “juntémonos, disfrutemos, pero déjame ser como soy, porque yo así soy, no tengo planes de cambiar”. Posiblemente este año deberíamos reducir lo que saboreamos y tomar un tiempo para reflexionar y pensar si estoy dispuesto a cambiar mi modo de ser antes que disfrutar las delicias de esos platos de comida que con tanta dedicación se han preparado. Usted y yo debemos preparar nuestros corazones para cambios que puedan traer una atmósfera de armonía y serenidad que tanto nos hace falta en el interior de nuestros hogares.
Le invito este año, antes de sentarse como lo acostumbra a hacer para disfrutar las delicadezas servidas en la mesa, propóngase hacer una inversión que puede perpetuarse por vida. Propongámonos cambiar de corazón honrando así al que nació en el pesebre e iniciar una vida armónica con los suyos para que tengamos una vida, una familia y una patria en que se respira paz.
samuel.berberian@gmail.com