Noldo

Kajkoj Máximo Ba Tiul

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Ellos como todos los demás, tenían unos enemigos, que un día, los invitaron a jugar. Los jóvenes aceptaron la invitación, llevando consigo su propia pelota y otros instrumentos necesarios.

Se presentaron en un lugar llamado Xib’alb’a y comenzaron toda su travesía. Pasaron todas las pruebas y al final salieron victoriosos. Sus anfitriones, al ver que los jóvenes salieron victoriosos, les preguntaron: “Y ustedes, ¿quiénes son, que no los pudimos vencer?”, ellos contestaron: “Nosotros somos nietos de aquellos que ustedes han querido acabar, pero venimos aquí a poner en alto su nombre”.

Este es el camino que todos tenemos que pasar. Si para algunos la muerte es el final del camino, para muchos de nosotros es el principio o es la vida en plenitud. Como muy bien lo dice un amigo, que es “el momento de regresar al abismo, a la nada, a donde el amor, el odio, el egoísmo se vuelven nada”. Es donde todo se hace infinito. Es donde el ch’up que nos une sobre la tierra se rompe para hacerlo más eterno.

Este es el camino que vos, Noldo, comenzaste a caminar desde hace nueve días. Es ese camino que te llevará a encontrarte con aquellos que son tuyos, fueron tuyos y siguen siendo tuyos. Es el camino que estás siguiendo para volver a platicar con ellos, con los abuelos y las abuelas. Hoy, posiblemente, estás ya en el círculo del diálogo.

Solo ellos y vos sabrán cómo y por qué te separaste de aquí. Pero ellos saben que nosotros también llegaremos un día a ese lugar. Volviste al lugar donde la noche y el día se juntan, donde el Sol y la Luna se hacen uno solo, en donde las estrellas y todos los astros se unen, para darnos vida en abundancia.

Noldo, sé que para nosotros es incompresible tu separación. Dejaste un dolor grande a todos, pero también una alegría, porque te encontraste con el abuelo Rigo y la abuela Carmen, con tu tío Emilio y algunos primos tuyos que te antecedieron desde hace muchos años.

Ahora volvemos a ser esa familia extensa que a muchos les da miedo. Y les da miedo cuando decimos que hablamos con ustedes, porque pensarán que estamos alucinando, cuando en realidad la separación es atemporal, porque en cualquier momento estaremos nuevamente juntos.

Ahora que ya conoces ese camino, te encargo que acompañes a Milan, hijo de Josué, un gran amigo, que también comenzó su regreso hacia ese lugar tan profundo, que me imagino que es tan alegre y solidario. Agárrense de las manos como lo hicieron Jun Ajpu e Ixb’alamke. Entren juntos en el campo, donde jugarán a la pelota y a las motos, tienen que derrotar a quien no los quiere inmortales.

Bueno, ya te dejo, solo quiero que envíes una estrella de fuerza y de valentía a quienes dejaste aquí y que te quisieron mucho, anímalos a seguir luchando por una mejor vida.

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