Oligarcas preocupados (2)

Samuel Pérez Attias

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y en el área rural condenan a permanecer estructuralmente en condiciones de pobreza material y subdesarrollo humano, el status quo definitivamente no favorece a las mayorías y acomoda en una minoría la capacidad de concentrar más riqueza y poder político conforme pasa el tiempo.

Inequidad en un país con profundos niveles de pobreza: una fórmula nada halagadora para el desarrollo humano, económico, ambiental y la paz social. Preocupantemente, la represión de la protesta social o deslegitimación del pensamiento crítico solo consolida esas realidades. El control de la opinión pública a través de la propaganda ha promovido ciudadanos acríticos, apáticos, distraídos y/o desinformados de la realidad del país.

Sin embargo, da la impresión de que una masa crítica en Guatemala empieza a comprender que el país ha sido diseñado a la medida de las élites con poder intergeneracional; que muchas instituciones políticas, financieras, comerciales, mediáticas e incluso religiosas están sesgadas a favor de y concentradas en ese mismo grupo. Esa masa crítica comprende que romper estructuras es indispensable para refundar una Guatemala democrática, diversa, con equidad, sin discriminación alguna; distinta al Estado actual, que responde solo a un ínfimo porcentaje de la población.

Aparentemente las clases medias despiertan notando que no son parte de ese selecto y exclusivo club de poder político y económico y que apoyar a la consolidación del status quo derrama costos que llegan a familias que otrora se consideraban afines a la agenda de esas élites —un modelo oligárquico—. Que te maten por un celular o secuestren a tu hijo afuera del colegio preocupa, máxime si no puedes —o no quieres— vivir “blindando” a tus hijos en el tiempo, como sí lo puede hacer solo un grupo selecto. Quienes detentan el poder oligárquico no se ven seriamente amenazados. Muchos viven viajando, y cuando están en el país viven en burbujas protegidas con seguridad privada, carros blindados, aviones propios y recursos a su disposición, como si tuvieran un país privado, diseñado a su conveniencia y donde las noticias internas parecen tan lejanas como si vinieran de Somalia o Vietnam.

Mientras, las capas medias y mayoritarias se dan cuenta de que el discurso de que “todos los problemas del país son exclusivamente culpa de los gobiernos” empieza a perder sustento. No nos perdamos: las externalidades negativas que conlleva a alguien no pobre que existan mayorías viviendo en pobreza y sin oportunidades de salir de ella son evidentes, y afectan y afectarán en el largo plazo incluso a quienes tienen resuelto su problema económico individual.

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