SI ME PERMITE

Olvidándolo para reiniciar

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“Al salir por la puerta hacia mi libertad supe que, si no dejaba atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero”. Nelson Mandela

Es común que alguien le diga: “Yo no olvido”. El fondo del asunto es saber por qué no olvidamos y qué se quiere alcanzar con las cosas que acumulamos en nuestra memoria. Si es para no repetir nuestros errores, es de aplaudirse, pero si es para un día pedir cuentas o cobrar lo que se nos hizo, la verdad es que no vale la pena.

Si reflexionamos, nos damos cuenta de que este tipo de recuerdos lo único que nos hacen es enfermarnos y esclavizarnos al pasado, pero si los borráramos estaríamos limpiando la atmósfera a nuestro derredor y llegaríamos a ser gente más propositiva y sin el temor de que en el momento menos indicado se nos escape alguna expresión que lo único que nos dará es un disgusto, y más por lo que se nos puede malentender.

Como individuos, familias y una nación, necesitamos liberarnos de algunas cosas del pasado y así podernos proyectar como gente libre. Nos ha pasado que al sentarnos con personas conocidas y platicar percibimos que están amarradas al pasado, al punto de que contagian el sinsabor que viven. Aun cuando, en los medios masivos, escuchamos alguna entrevista o bien un discurso o comercial político, con un modo posiblemente muy subliminal pero que comunica vivencias o sentimientos cargados de ira u odio, que no transmiten otra cosa que resentimiento, si no nos cuidamos nos contagian y nos encontramos nosotros también atrapados en la atmósfera de esas personas, y después no sabemos cómo librarnos de ese sentimiento tan desagradable.

Si vamos a cambiar para iniciar una nueva etapa y un nuevo futuro debemos sacrificar algunos capítulos del pasado y empezar a construir puentes para cruzar a nuevos panoramas que sean más positivos y que proyecten nuestro interés en una libertad, no solo para nosotros, sino para los nuestros también.

Es posible que nos malentiendan cuando nos alejemos de algunos círculos y grupos que han determinado vivir amarrados al pasado, con sabor a esclavitud; nosotros no los podemos cambiar, pero sí los podemos evitar.

Debemos tener muy claro un antes y un después, donde la gente no solo nos dé la razón por olvidar deliberadamente, sino que también se contagie del aire puro que respiramos y se integre a ello. Cuando menos lo esperemos estaremos disfrutando una libertad que no es producto de discursos y descripciones, sino de un estilo de vida.

Guatemala no tiene que enorgullecerse por conservar un pasado que nos está envenenando, con detalles históricos que lo único que logran es más dolor, como cuántos muerto hubo y el modo cómo lo hicieron y otras historias semejantes, sino de una realidad de un pueblo que busca cambios y que sea evidente, por lo que no necesita de explicación.

Si pudiéramos transportarnos una generación al futuro y observar cómo quisiéramos que se viviera, la única manera para lograrlo es empezando ahora, aunque seamos usted y yo, sin buscar a muchos, porque hay muchos que invitan a un cambio, pero, la verdad, lo que buscan es ser cabeza de un movimiento para dirigirlo, pero esto no se enmarca en una modalidad semejante.

Nos den el crédito o no de haber tenido el carácter para reiniciar, nosotros lo estaremos disfrutando, y los nuestros también. La invitación está abierta. Comencemos hoy y mañana; lo podremos mejorar.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.