SIN FRONTERAS

Aberraciones del voto en el extranjero

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Nuestro primer intento por extender la elección presidencial hacia el extranjero, se está perfilando como un golpe a nuestra democracia; una vulneración del Estado hacia su población más pobre y abandonada; y gravemente, un retroceso en la forma como entendemos al país, la república y en sí, la participación ciudadana en un país plural. No preocupa solamente lo que dictan el Tribunal Supremo Electoral (TSE), la Cancillería, y demás instituciones de gobierno pertinentes. Faltan solo siete meses para que venza el plazo en que un migrante puede enrolarse en el padrón especial, y menos de un año para la elección general. Pero a ese pesar, aún no se escucha sensatez en las voces que hablan sobre este paso necesario, en nuestra nación transfronteriza. Burócratas decidiendo sobre población expulsada, sin conocer en campo sus numerosas comunidades. Y prominentes migrantes entusiastas, vociferando sobre ley y Estado, sin mostrar siquiera un esfuerzo por conocerles desde marcos más teóricos, o bajo la guía de quien posee experiencia tecnocrática. Muchos anticipan que Guatemala fracasará en los números de su primera votación en el extranjero —participantes versus costo del evento—. Pero previo a que el TSE reglamente esta nueva modalidad, se amenaza también algo más importante, dos pilares elementales de nuestra democracia: el principio de la universalidad del voto, y la pureza del proceso electoral.

A los migrantes, el TSE les está imponiendo un sistema de voto electrónico. Es decir, empadronamiento y votación a través de la Internet, con el uso de sistemas sofisticados y computadoras. Sistemas para los que es necesario tener acceso a dichos equipos —discriminación económica—, y principalmente, conocer cómo utilizarlos —discriminación educacional—. Esto viola el principio de la universalidad del sufragio, protegido en nuestra Constitución. Cuando la Ley Electoral establece que el voto es universal, obliga al TSE a diseñar eventos que ofrezcan igual oportunidad de participación a toda persona que sea adulta, independientemente de su género, estrato económico, educacional o su pertenencia étnica. La universalidad del sufragio —contraria a votaciones privilegiadas— es una conquista que dejó atrás episodios donde los más privilegiados —hombres, blancos, adinerados, y letrados— tomaban decisiones sin consultar a los marginados —mujeres, personas de piel oscura, pobres y analfabetos—. A pesar de que, según el Reglamento, un migrante tiene opción a enlistarse en un Consulado, en la realidad, este paso está disponible solo en línea, mediante un fatigante proceso, que margina a quien no posee computador, cámara, escáner e impresora, o a quien no sabe usarlos con alta pericia.

También se pone en riesgo la pureza de la elección, con el creciente llamado de sectores interesados, para que los migrantes puedan votar con documentos distintos al DPI. Altos funcionarios y otras figuras han sugerido que el voto se pueda ejercer con pasaporte, o incluso con la endeble Tarjeta de Identidad Consultar. Este llamado lo sustentan sobre el incumplimiento del Estado, que solo ha entregado 153 mil DPI en el exterior. Sin embargo, a pesar de esta vulneración a los derechos cívicos, es de reconocer que solo el DPI tiene la fiscalización necesaria, para que el TSE garantice los resultados.

Esta votación reta al sistema democrático. Y aunque se anticipa que pocos participarán, conocemos a nuestra fauna política. Y es un deber oponerse a las aberraciones que vulneran el control electoral. Con el sistema electrónico adoptado, no quisiera ni pensar en qué sucedería si las enormes iglesias en EE. UU. convocan a sus masas iletradas, para jornadas de “asistencia” en el voto en línea. ¿Imagina usted eso? Supongo que algunos de nuestros jurásicos políticos ya lo saborearon.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.