VENTANA

Aprendamos de San Pedro

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Al observar el rápido deterioro de los océanos Jacques Cousteau dijo: “Si queremos salvar a la humanidad, tendremos que salvar los océanos.” Esa expresión es válida para los ríos y los lagos que sufren el mismo proceso de contaminación que los océanos. “Si queremos salvar nuestras fuentes de agua de la basura que las contamina, el Lago de Atitlán es una prioridad”, agregó el Clarinero. Su espejo de agua, que se renueva cada 150 años, es como un delicado y prístino cristal. Los antiguos pobladores lo llamaron “Ri muxux caj ulueu”, el ombligo entre el cielo y la tierra. Sin embargo, desde hace décadas, este lago mágico sufre un vergonzoso proceso de degradación. Toda clase de deshechos, muchos de ellos tóxicos y peligrosos, son vertidos en sus preciosas aguas, amenazando la vida humana, animal y vegetal de la región.

La buena noticia es que, el pasado 7 de octubre, el municipio de San Pedro La Laguna, una comunidad tz’utujil, asumió la decisión de marcar la diferencia. Ese día cobró vigencia el acuerdo municipal 111-2016, que desafía al statu quo al prohibir la distribución y el uso de plásticos, pajillas y duropor. Quien no cumpla será multado. ¡Aplaudo su valeroso compromiso! Los vecinos han comprendido que dependen de esa fuente de agua para vivir y si se le sigue contaminando será una catástrofe para todos. Prohibir el uso de productos plásticos es un tema incómodo. No es fácil dejar de utilizarlos ya que facilitan nuestra vida en el corto plazo. Pero, a largo plazo, el precio que pagamos es muy alto. Se ha comprobado científicamente que el plástico permanece en el ambiente para siempre. La Tierra no puede digerirlo. Aunque el plástico se incinere infecta al aire y a la cadena alimenticia. Reciclarlo es costoso y no genera productos vírgenes. Simplemente reciclar no es una solución que sea sostenible.

Conversé por teléfono con Juan Cruz, quien tiene a su cargo el área de niñez, juventud y relaciones públicas en la Municipalidad de San Pedro La Laguna. Me comentó que la aprobación del acuerdo 111-2016, es el resultado de un largo proceso de concientización de los habitantes de la comunidad. Todo empezó con el apoyo de la Asociación de Amigos del Lago desde el año 2008. Esta organización, conformada por vecinos, científicos e investigadores, se ha comprometido a conservar y a rescatar el lago. Desde hace 8 años, los vecinos de San Pedro La Laguna empezaron a separar la basura en sus hogares. Desde entonces se empezó a gestar el cambio de mentalidad, el cambio de hábitos que es lo más difícil y que ahora se traduce en acciones que ponen el dedo en la llaga del problema que afecta al lago: los plásticos. Con plantas de tratamiento se resuelve el problema de las aguas residuales.

Las familias de San Pedro La Laguna demuestran que quieren y respetan a sus jóvenes generaciones. Reconocen que el mejor legado para sus hijos y nietos es dejarles el ecosistema del lago sano como ellos lo recibieron de sus ancestros. Muchos guatemaltecos respaldamos esta iniciativa. Esperamos que se propague como las ondas del agua. Que inspire el cambio en todos los pueblos de la región como en el resto de municipios en Guatemala. Una de las vocaciones de un paraíso, como es el Lago de Atitlán, es ser inspirador. La paz y armonía que infunde su paisaje es el hilo mágico, sutil y poderoso, que la gente de San Pedro no quiere perder.

¡Aprendamos de San Pedro La Laguna!

clarinerormr@hotmail.com

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