PRESTO NON TROPPO

Aquel segundo disco

Corría por entonces el año 1998. Ahora ya han pasado dos décadas desde ese momento. Cuatro años antes nos habíamos embarcado en la creación de un disco de música guatemalteca inédita. Era un hito para su tiempo, pues aun aquellos que perjuraban que no existía tal cosa tuvieron que tragarse sus palabras. El Repertorio de San Miguel Acatán (escrito durante los siglos XVI y XVII en el área de los Cuchumatanes, Huehuetenango) se convirtió en la primera producción discográfica de música colonial centroamericana que se daba a conocer en el ámbito del arte erudito de la región, cuando todavía no llegábamos a la mitad del último decenio de la centuria pasada.

El regalo que la vida nuevamente nos dio en esta otra oportunidad, hará veinte años, era conjuntar los elementos para producir un siguiente disco compacto que se significaba como la primera vez en que se ha lanzado públicamente una compilación de música en cuarteto de cuerdas, compuesta a lo largo de cuatrocientos años, toda debida a autores de este país, mucha de ella sin registro fonográfico anterior y con calidad a prueba del tiempo. Hablamos del segundo CD del Cuarteto Contemporáneo de Guatemala (música guatemalteca de 1582 a 1990). Es más, algunos años después con esta misma agrupación daríamos a conocer la película Qak’Aslemal, un DVD cuya banda sonora consiste exclusivamente en la partitura que interpretamos sus cuatro músicos integrantes y, en 2012 otra placa más, siempre con un inventario de composiciones netamente nacionales. Pero lo interesante de aquel segundo disco al que nos referimos hoy, es el abordaje –por ocasión inicial en la historia del istmo– de un catálogo, por demás variado y representativo de “lo guatemalteco”, original o versionado específicamente para cuarteto de cuerdas.

Algunos riesgos fueron de consideración. De la Suite Breve de Enrique Anleu Díaz al muy complejo Cuarteto II de Joaquín Orellana, también se encontraban intercaladas piezas del barroco y del clasicismo. Dos números que inmediatamente capturaron el interés y la receptividad del público fueron la rapsódica Fiesta de Pájaros, de Jesús Castillo, y el blues-rock Es como un Duende, de Óscar Conde, mezclados y alternados con danzas renacentistas o, en el otro extremo, con un cuarteto del autor de estas líneas. El resultado, en palabras de los oyentes, es una especie de montaña rusa que retrata bien a esta multiforme y abigarrada sociedad. La grabación se llevó a cabo en el último nivel del edificio que en ese tiempo albergaba a la Universidad Internaciones, con la generosa anuencia de sus personeros, la muy inteligente ingeniería sonora de Antonio Aragón y la perenne complicidad de los compañeros del cuarteto. Como portada venía muy al caso emplear una pintura de Francisco Tun, artista plástico desaparecido de manera misteriosa en 1984, figura metafórica de aquello que solamente sucede de manera muy rara en cualquier disciplina artística. Tuvimos excepcional acceso a su obra por la gentileza del amigo galerista Guillermo Monsanto, para lograr un paralelismo con la continuada novedad de un disco que conoció la luz hace un quinto de siglo.

Hoy, a esos cuatro lustros de su publicación, hago un rápido repaso a los excelentes músicos, algunos de ellos ya fallecidos, que han transitado por las filas del grupo de cámara más activamente longevo de la genealogía de nuestra comarca y agradezco su compromiso: Jorge Santizo, Jorge Mario Alvarado, Linda Leanza, Eduardo Rosales, así como los bien queridos colegas y profesionales, actuales miembros del Cuarteto Contemporáneo, los maestros Marco Antonio Barrios, Alex Salazar y Otto Eduardo Santizo.

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