SIN FRONTERAS

Bocanadas que ahogan un tallo naciente

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Qué rabia me ha dado Guatemala estos últimos diez días. Piense esto. En el inicio de marzo, por fin había un ambiente de concordia alrededor de un tema de conversación nacional. Creciente, nos empapaba una ola inusual para nosotros, como lo es que figuras de contrapuestos sectores se sentaran, lado a lado, unidos todos, para apoyar una causa común; en este caso, afrontar al régimen de impunidad y corrupción. Eventos largamente deseados, donde izquierdas y derechas compartieron para oponerse al Pacto de Corruptos. Un ambiente inusual, sin duda, al que no estamos acostumbrados. Alianzas, valentía, agenda. Ruta. Eso se respiraba en el ambiente. Todos lo vimos. Dionisio, Malouf, Peter Lamport, y el doctor García Laguardia, Lenina García y Rigoberto Juárez. Felinos de todos los colores, como lo escribió un columnista; qué importa si son blancos o negros, si todos se aprestan a ir en caza de ratones.

Pero de alguna forma, esa ola de atención se difuminó a partir del 8 de marzo, día conmemorativo de los derechos de la mujer. Ese día, unos entusiastas ciudadanos mezclaron una cruda figura del órgano reproductor femenino con la imagen de la Virgen María, venerada por —digamos— la mitad de la población, y amada por buena parte del resto. Se la montaron en hombros, la recorrieron por el Centro —emulando una procesión católica—, se apareció por ahí el procurador de Derechos Humanos y, como era previsible, se armó la de San Quintín. A partir de entonces, los foros sociales fueron inundados con posiciones personales acerca de temas muy sensibles, como lo son la religión, la equidad de género y la moral, por mencionar solo algunos. Nuevamente la conversación giró hacia lo que nos divide, en lugar de continuar sobre lo que nos une. Observo en eso resultados convenientes solo para el presidente, el alcalde metropolitano, para los diputados perseguidos y todos quienes sienten que les cae la guadaña de la Cicig. Los imagino a todos ellos felices, rebosantes de sonrisas, aplaudiendo mientras nos ven, y animándonos a continuar despedazándonos en las columnas, en los programas de radio, en Twitter, el Facebook, ¡En todos lados! Los unos a los otros, como ha sido la costumbre nacional.

La igualdad de género, el respeto por la mujer, por su integridad y la equiparación de sus derechos respecto de los hombres son, sin ninguna duda, problemas pendientes, pues vemos en Guatemala un país donde los derechos de la mujer son violados enormemente. Pero para lograr esos cambios es indispensable tener conversaciones, no solo sociales, sino también en el Parlamento, para impulsar legislación que nos extraiga del Medioevo en que vivimos. Ahí justo cabe preguntarnos si contamos con representantes políticos que sean dignos de esa conversación, o que, siquiera estén dispuestos a entablarla. Evidentemente, el caso es que no, pues en su avasalladora mayoría fueron elegidos bajo y para un sistema perverso de intereses económicos y de poder personales, y no para solucionar los problemas nacionales.

El aborto, el género, la religión; estas son conversaciones que requieren de altos grados de civismo, ausentes en nuestra joven democracia. A esta, la imagino como un tierno tallo naciente, que no hace más que ahogarse al recibir —como bocanadas de agua— el odio y la confrontación comunes entre las visiones opuestas. Las sociedades que logran estos diálogos tienen sistemas políticos más sanos. Y ese es el objetivo encausado a inicios de marzo en los eventos del Frente Ciudadano contra la Corrupción, y el Tercer Encuentro Ciudadano, que unieron a sectores diversos. ¿De qué queremos seguir hablando? El año entrante son las elecciones generales y sin duda, los mismos se volverán a postular. ¿En verdad permitiremos la maquiavélica división por nuestras discusiones insuperables?

@pepsol

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.