CATALEJO

Canciller mexicano puede influir para el bien

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Me parece positiva para Guatemala y los otros países del Triángulo Norte la presencia del canciller mexicano Luis Videgaray,  por varias razones. La primera y más evidente es la enorme diferencia entre la capacidad de un funcionario perteneciente a una de las más eficientes cancillerías, comparada con lo que históricamente ha representado la región latinoamericana. La relación con Estados Unidos siempre ha sido tensa, sobre todo ahora, como consecuencia de la constante diatriba antimexicana y anticentroamericana del presidente Donald Trump, la cual de alguna manera se percibe como menos ruda luego de la victoria electoral de Luis Manuel López Obrador. Esa rudeza se ha mantenido en el istmo, como lo comprobó la reciente visita de Mike Pence.

La interlocutora ahora es la funcionaria Kirstjen Nielsen, símbolo femenino de la tolerancia cero, en la práctica, contra la cruel separación de madres e hijos capturados cuando trataban de cruzar partes de la frontera estadounidense. Como informó Prensa Libre ayer, es la quinta funcionaria estadounidense de alto rango llegada a Guatemala. Ted McKinney, subsecretario de Comercio, llegó en febrero; Nikky Hayley, embajadora en la ONU, visitó ese mismo mes; Sergio de la Peña, secretario adjunto de Defensa, visitó en marzo; Mike Pence, vicepresidente, llegó hace dos semanas, y ayer estaba en Guatemala, de nuevo, la señora Nielsen, quien anunció medidas concretas para superar el drama de los migrantes.

Los dos últimos han llamado la atención pública porque su visita se relaciona con el caso de los numerosos niños capturados en condiciones casi de plagio, cuya devolución apenas ha empezado y ahora es bautizada como “reunificación”, término muy positivo, con pocos motivos para utilizarlo. Estas personas, de gran importancia administrativa, sin embargo, no tienen la posibilidad de hacer algo distinto a repetir o afianzar las directrices, en este caso, de su jefe Donald Trump. Al insistir en la sugerencia de no realizar ese viaje demuestran, como decía un presidente guatemalteco oriental, “no entender que no entienden” lo más importante del problema, es decir, la obligatoriedad de esa peligrosa y muchas veces mortal travesía, jamás realizada por voluntad.

Estados Unidos debe recurrir a la historia, y ver el plan Marshall ejecutado al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en beneficio de Europa, convertida en una potencia de distintos ejemplos desarrollados en la parte occidental. Es indispensable repetirlo porque la zona a la cual beneficiaría se encuentra demasiado cercana a sus fronteras, imposibilitadas de detener a quienes las cruzan porque tienen hambre, al carecer de oportunidades de un buen futuro. La óptica neoyorquina es una mala base de decisión, y eso es, en forma resumida, el problema de la visión trumpiana. Sus enviados, convencidos de la posibilidad de quedar fuera del círculo político de Washington, al llegar aquí tratan de ser incluso más ásperos, como una forma de quedar bien con el jefe. Clarísimo.

El canciller mexicano desempeñó un papel importante, y su colega guatemalteca, como siempre, demostró su verdadero y precario nivel diplomático. Es obvio el fracaso de la decisión relativa a trasladar la embajada guatemalteca a Jerusalén. Es necesario saber los alcances de lo expresado por este funcionario del país vecino, quien, en el momento de convertirse en un defensor de los niños y sus aterrorizados padres, se hace al mismo tiempo amigo de las autoridades guatemaltecas y del resto de los países afectados en el istmo. Tampoco se pueden olvidar los terribles efectos, aun no superados, de esta tolerancia cero dentro del territorio estadounidense. A muy pocos les gustará admitir su apoyo a una política cuya crueldad es tan innegable como la luz del día.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.