EDITORIAL

Congreso afianza Pacto de Corruptos

La elección por segunda ocasión de la planilla para regir los destinos del Congreso en un año crucial para Guatemala ratifica el afianzamiento del Pacto de Corruptos y de la suma de muchos temores por el avance de la justicia. Tampoco queda exenta de señalamientos, como volver a incluir a diputados impresentables que no representan ni a los departamentos por los que fueron electos.

No es lo único. Antenoche, un audio supuestamente filtrado por algún diputado a los medios de comunicación permitió orquestar todo un andamiaje a favor del oficialismo, cuando era un llamado a unir fuerzas en torno a un movimiento caracterizado por su férrea oposición a la lucha contra la corrupción y con demasiados integrantes inclinados a extender el manto de la impunidad, por estar en la mira de la justicia.

A esa noche de rumores siguió el sorpresivo aparecimiento en las calles de las huestes del antilíder magisterial Joviel Acevedo, quien volvió una vez más a coincidir con proyectos oficialistas bajo la supuesta consigna de insistir en la negociación de un improcedente pacto colectivo de trabajo.

En una clara muestra de no tener respeto alguno por la educación ni por los miles de estudiantes de las escuelas públicas, anunció que las clases quedan suspendidas hasta que las autoridades del Ministerio de Educación satisfagan sus demandas de autorizarle intolerables condiciones de trabajo a costa de los guatemaltecos.

Mientras el seudolíder magisterial arrastraba a quienes lo siguen ciegamente hacia el Congreso y cuando llegaba la hora de abrir la sesión, no cualquiera podía ingresar al hemiciclo. Mediante un listado solo se permitía el ingreso de personas claramente identificadas con el Pacto de Corruptos, hasta que un recurso de amparo en la Corte de Constitucionalidad obligó a las autoridades parlamentarias a permitir el acceso general.

Una nueva muestra de las preocupantes condiciones en las que iniciaba el camino a la ratificación de un proyecto claramente opuesto al interés general y ante lo cual cada vez más se perciben señales de un endurecimiento de posiciones y extralimitaciones. Esto ya lo ha hecho con sus exabruptos el presidente Jimmy Morales y, más recientemente, el reiterado y amenazante discurso de intolerancia y de odio del alcalde Álvaro Arzú, quien ha logrado que la preocupación por la libertad de expresión trascienda las fronteras.

Por eso mismo no resulta difícil aplicar el viejo dicho de que lo que mal empieza mal acaba. Quienes desde las más altas esferas de poder insisten en impulsar un proyecto perverso que avanza contra corriente, no pueden tener posibilidades de triunfo. Si mucho ganarán algunas batallas, pero su proyecto es inviable, por conllevar de por medio demasiado daño, posiblemente irrecuperable.

A eso se refirió el papa Francisco ayer cuando declaró que “la corrupción es la raíz de la esclavitud, del desempleo y es un proceso que nutre la cultura de la muerte”. Esas palabras, cuando se analizan, parecieran estar dirigidas a Guatemala, pero lo cierto es que ese es un flagelo demasiado extendido y se agrava en aquellos países donde prevalecen la indolencia y el abuso de poder de las cúpulas gobernantes.

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