EDITORIAL

Crece desencanto con los políticos

Las visiones sobre la difícil situación por la que atraviesa Guatemala van desde los tonos optimistas, caracterizados por la mesura en el discurso, hasta las más descarnadas, que sin dudarlo afirman que el nuestro es un Estado capturado por las mafias, lo que se ve como el resultado de años de abuso y pillaje en la administración pública.

A eso se reducen dos de las posturas expuestas ayer durante el Tercer Encuentro Ciudadano, organizado por la Fundación Libertad y Desarrollo, donde predominaron las críticas al actual sistema y a quienes tienen en sus manos la conducción de importantes organismos de poder, principalmente al presidente Jimmy Morales, de quien perciben demasiados signos de entorpecer la lucha contra la corrupción.

Durante el discurso de presentación, el empresario Dionisio Gutiérrez fue contundente al pedirle al mandatario que ya deje de “avergonzar a Guatemala” y de “ser el representante de las fuerzas oscuras, que no quieren que el país cambie”, porque “sus actos contradicen sus palabras”, señalando que “todavía está a tiempo de rectificar y leer los signos de los tiempos”.

Ciertamente, en casi cualquier foro, el Ejecutivo y el Legislativo salen mal parados, un desprestigio ganado a pulso con sus constantes disparates, que desatan polémicas incluso en el exterior, como lo dijo ayer el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad al Hussein, al calificar de regresivas algunas iniciativas que se discuten en el Congreso.

Casi simultáneamente, el presidente Morales volvía a las andadas, como ha ocurrido a lo largo de su mandato en cada ocasión en que comparece ante los medios de comunicación, y ayer dio una nueva muestra de su escasa comprensión de la actual coyuntura, cuando decidió cuestionar la legalidad de la resolución de la Corte de Constitucionalidad que le puso alto a su intención de expulsar al jefe de la Cicig, Iván Velásquez.

Una nueva muestra de estulticia, sin duda instigada por una perversa rosca de asesores que le complican la comprensión sobre la trascendencia de los temas sobre los que emite sus apresuradas opiniones, pues cuando afirma que “una corte dio la orden y eso no significa que estemos de acuerdo y que creamos que sea legal”, no por esa creencia deja de serlo.

Con esas palabras también incurre en la irresponsabilidad de dar fundamento a las versiones que circulan desde hace días de que su gobierno estaría evaluando la idea de no permitir el reingreso al país de Velásquez, lo cual resulta difícil de creer, aunque esta administración ha dado suficientes muestras de un desgobierno del cual podría esperarse cualquier exabrupto.

Por eso adquiere sentido lo expresado en el Tercer Encuentro Ciudadano. El espíritu de lo expuesto ayuda a hacer comprensible para la ciudadanía consciente la desesperación de un régimen que parece acorralado por sus propios fantasmas, pero sobre todo por una abrumadora corrupción. A la vez, reviste de contenido la parte del título del foro que se refiere al Estado capturado, lo cual explica mucho de lo que ocurre hoy en los tres organismos y cuyos hechos apuntan a un reacomodo de fuerzas en favor de la corrupción y la impunidad.

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