SI ME PERMITE

Cuidado, lo están observando

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“Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado”. Margaret Mead

La mayoría de nosotros hemos tenido la vivencia de estar haciendo algo, pensando que estamos solos y que nadie nos estaba interrumpiendo. Claro que ese era el plan, pero de repente nuestros reflejos nos informan que no estábamos solos. Miramos alrededor y vimos un par de ojitos de un pequeñito tomando la “película” de nuestro quehacer. La primera reacción podría ser “¿qué estás viendo?” o bien “¿qué quieres? y ¿Qué está haciendo allí?” o bien callar y preguntarnos qué ha visto esta criatura y ¿por qué quiso quedarse parada allí?

Lo anterior puede ser algo que nunca se nos olvide. Habrá momentos en los que ese cuadro regrese a nuestra mente y nos cuestionemos. Pero también es verdad innegable que vivimos en una sociedad cada vez más amontonada y con menos espacio para pensar que cuál es nuestro “territorio” para vivir. Somos mucho más observados de lo que pudiéramos darnos cuenta. Esto no está mal, pero conlleva responsabilidad y también obligación, por lo que, comuniquemos con nuestro modo de actuar y no tanto con nuestra opinión.

Claro que somos muy responsables de todo lo que debemos hacer y debemos hacerlo bien, pero junto a ello hay que entender que más comunicamos por lo que somos que por lo que hacemos, y los que nos rodean saben muy bien interpretar lo que somos por lo que hacemos. Seguramente cuando la gente quiere una información de nosotros les preguntará a los que nos rodean y también nos observarán.

No vivimos en un reclusorio. Esta realidad conlleva la verdad de que nuestra manera de ser es un legado que dejamos a muchos de los que nos rodean y que también los que comparten la vida con nosotros. Muchos están pensando qué dejarán como herencia a sus seres queridos, lo cual es correcto. Claro que la herencia les ayudará, pero es mucho más importante y de innegable valor lo que ellos observaron cuando estaban junto a nosotros y ha llegado a ser parte de ellos.

Infinidad de veces compartimos a otros lo que vimos a alguien hacer y quizás la persona que se está mencionando ni idea tenía que lo que hizo sería para ilustrar a otros. Seguramente hemos dicho “recuerdo de un jefe que tenía…” o bien: “mi padre, cuando llegaba, lo primero que hacía…” Estas cosas las decimos porque las observamos, nos impresionaron y quedaron grabadas en nuestra memoria, al punto de que las ilustramos en un dado caso para afirmar un criterio.

Por nuestra naturaleza dedicamos horas en instruir, enseñar y recomendar a los nuestros de lo que nosotros queremos que ellos aprendan y para que en la vida les pueda ir bien y no sufran. Eso es excelente si junto con ello añadimos riqueza y no solamente creamos conflicto. Para que quien nos escucha pueda decir: “ahora entiendo por qué él es así”, porque está uniendo lo que escuchó con lo que lo ha visto hacer en su vida de rutina también.

Nunca faltan momentos en que nos pidan permiso para saber cómo hacemos algo que han observado en nosotros. Esto no es curiosidad: es una reflexión para integrarlo a un modo de vida, por lo favorable que tiene, o evitarlo por lo negativo que se ve.

Si viviéramos cada día como que fuera el último, algunas cosas habría que repensarlas, pero también si entendiéramos que nos queda una larga vida por delante refrenaríamos algunos abruptos.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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