TIERRA NUESTRA

El actual modelo económico colapsó

Manuel Villacorta manuelvillacorta@yahoo.com

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El modelo económico guatemalteco llegó a su límite, no da para más. Condiciones endógenas —pobreza, criminalidad, baja tecnificación laboral y ausencia de infraestructura— se suman a causas exógenas —el poscapitalismo y la reducción de la producción y el consumo—. El 70% de la población económicamente activa se ubica entre el desempleo y el mercado informal. Cada año 200 mil jóvenes terminan los estudios diversificados, solamente 10 mil encuentran empleo, generalmente mal pagado. Nuestra economía no se modernizó, las exportaciones siguen dependiendo de los productos agrícolas y la maquila. De no ser por los siete mil millones de dólares que aportan los inmigrantes radicados en 
EE. UU., nuestra balanza comercial sería negativa y nos hubiese llevado a un colapso definitivo.   Prácticamente no existen nuevas inversiones, tanto internas como externas. Guatemala no es un destino seguro y atractivo para la inyección de capitales. Los carburantes de la economía negra —narcotráfico y lavado de capitales— forman parte activa del modelo, fenómeno perversamente funcional pero que no aporta sustentabilidad económica real. Suman ya tres años consecutivos en lo relativo a la contracción de la economía, tanto en el área de bienes como en servicios.
 

Las empresas facturaron menos, poseen menos capital para inversión y han entrado en una peligrosa fase de reducción de costos. Además, la transformación de un modelo económico implica decenas de años.

Mientras todo ello sucede, el gobierno y los agentes económicos principales, renunciaron al desafío de modificar estructuralmente el modelo. La inercia rutinaria del mismo se frenará pronto, provocando una mayor conflictividad en todo el país.

Un modelo económico excluyente, dependiente, restringido y sometido a una contracción latente como el nuestro, propicia una preocupante caída en la oferta de empleo, se desploma la productividad y el consumo. Los efectos —si bien tienen un sustrato económico— se materializan en un cada vez más restringido nivel de vida para la mayoría de los guatemaltecos.

Hecho que se agrava con la vigencia de una tasa de crecimiento poblacional muy alta. En Guatemala nacen aproximadamente 1,300 niños cada día, casi medio millón al año. ¿Tenemos como país la capacidad de brindarle vivienda, educación, alimentación y salud todos esos niños? Pero conviene aclarar que los problemas socioeconómicos de Guatemala, no provienen del crecimiento poblacional, se sustentan en un modelo económico excluyente y anquilosado, que fue incapaz de adaptarse a los cambios internacionales.

Lo anterior nos exige establecer una agenda económica de Estado audaz, sustentable y democrática. Nos urge establecer un pacto nacional para promover una verdadera revolución económica en el país. Porque por todos es sabido que las cámaras empresariales y el actual gobierno, evadieron enfrentar el problema, recurriendo en cambio a una retórica insustentable y encubriendo sus responsabilidades directas. Las demandas sociales cada día se potencian más frente a un modelo económico que ya no responde. Y si a ello agregamos la grave crisis institucional que experimentamos —con énfasis en seguridad y justicia— en nuestro país se estaría formulando una mezcla explosiva capaz de llevarnos al caos y la ingobernabilidad. La pobreza, el hambre y la desesperación crecen en nuestro país. Nuestro desafío radica en organizarnos, participar y elegir un nuevo liderazgo político que comande un cambio socioeconómico estructural, que nos garantice un modelo económico diferente, basado en la productividad, la eficiencia y la equidad.

manuelvillacorta@yahoo.com

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