PERSISTENCIA

El genio dionisíaco de Arquíloco

Margarita Carrera

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Federico Nietzsche, en El nacimiento de la tragedia, expone cómo, desde la época homérica, se vislumbra el “genio apolíneo-dionisíaco”.

Esto es, aunque Homero es apolíneo por excelencia, ya en la antigüedad griega se perfila el espíritu dionisíaco que, según Nietzsche: coloca “juntos, en esculturas, gemas, etc., como progenitores y precursores de la poesía griega, a Homero y Arquíloco, con el firme sentimiento de que solo a estos dos se los ha de reputar por naturalezas igual y plenamente originales, de las cuales sigue fluyendo una corriente de fuego sobre toda la posteridad griega (…)”.

Si bien Homero representa el genio apolíneo, Arquíloco representa el genio dionisíaco: “Homero, el anciano absorto en sí mismo, el tipo de artista apolíneo ingenuo, mira estupefacto la apasionada cabeza de Arquíloco, belicoso servidor de las musas salvajemente arrastrado a través de la existencia (…)”.

Lo único que al respecto ha dicho la tradición estética, continúa Nietzsche, es que Homero es el artista “objetivo” y Arquíloco, el artista “subjetivo”.

Callándose el espanto que nos produce la presencia de lo dionisíaco en la que nos introduce Arquíloco de Paros con su violenta poesía plena de amor y odio.

A su vez, Quintino Cataudella, en su Historia de la literatura griega, escribe esta hermosa exaltación a Arquíloco: “Sobre el fondo de los tiempos que emergen de las nieblas de la edad heroica, en los primeros conatos de afirmación de la individualidad humana (…) la primera figura —de hombre y de poeta— que destaca con precisión de contornos y con robusta plenitud de vida, es la de Arquíloco de Paros.

Y no es ello debido a que dispongamos de mayor abundancia de datos biográficos, y, menos aún, de mayor cantidad de restos conservados de su obra, sino únicamente al mayor valor de significado de los escasos fragmentos que nos quedan, en los que la vida del poeta pated velut votiva tabella (=se nos revela tan claro como una tabla en la que se va a escribir).

Y a partir de los cuales es aún posible reconstruir, o mejor aún, sentir, toda la riqueza de su intensa vida interior”.

Si tiene alguna certeza lo que sobre Arquíloco nos transmite Critias (el Eliano), su vida fue poco grata: hijo de una esclava, su padre, un hombre que cae en la miseria, es tildado de adúltero, lascivo, violento, enemigo de todos.

La vida de Arquíloco —de acuerdo con sus orígenes materno y paterno— está llena de sufrimientos y de humillaciones.

Su personalidad ha de inclinarse a las pasiones más violentas, a los amores y odios más nefastos. Casi todas las historias de la literatura griega exponen cómo en la antigüedad duraba la impresión de la extremada violencia de Arquíloco, unida a la tremenda vehemencia en cuanto escribía.

Al respecto, Quintino Cataudella continúa: “De sus relaciones con Licambes —los esponsales de su hija Neobule y la ruptura de estos por voluntad del padre— habló sin duda en sus versos, y algún fragmento se puede fácilmente interpretar como referido a ello; que a consecuencia de los versos injuriosos con que les persiguió el poeta, exponiéndoles al escarnio público, el padre y las hijas se ahorcaran, puede ser, en todo caso, significativa de la virulencia de sus ataques”.

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