LA BUENA NOTICIA

El tiempo cristiano

|

Una de las diferencias más profundas y notables entre la cosmovisión cristiana y la del mundo secularizado es la concepción y vivencia del tiempo y de la historia. En la cultura secularizada, influida por los conceptos provenientes de la física, el tiempo y la historia son un continuo sin principio ni fin, sin propósito previsto. En cambio, en la cosmovisión cristiana, el tiempo y el mundo tienen un principio y se dirigen a una plenitud que es el mismo Dios. La historia global tiene sentido y lo conocemos de antemano. Y ese sentido no proviene de la misma historia, sino de Dios, Creador, Salvador y Plenitud del mundo y del tiempo.

Conceptos como creación y fin del mundo, la esperanza de la segunda venida de Jesucristo, la convicción de que habrá un juicio final y de que todo este tiempo culminará para algunos en la plenitud de vida en Dios o en el fracaso y frustración final son elementos propios de esa cosmovisión. En mi opinión una cultura se hace cristiana cuando incorpora esta cosmovisión como propia y deja de ser cristiana a medida que se despoja de esta manera de entender el mundo, el tiempo y la historia. La inculturación del Evangelio tiene lugar esencialmente por la adopción de este modo de pensar y entender. Pues de esta manera de pensar depende la comprensión que tenemos sobre nosotros mismos como creaturas de Dios, que hemos venido a la existencia para alcanzar la plenitud de vida en Dios. En esta manera de pensar se fundamenta también la responsabilidad moral como expresión de la esperanza de alcanzar por la coherencia moral la idoneidad para recibir la plenitud que viene solo de Dios.

Cada año, cuatro domingos antes de la Navidad, los católicos comenzamos la preparación para la celebración del nacimiento histórico del Hijo de Dios. Quienes no están muy familiarizados con los ritmos celebrativos de la Iglesia católica se pueden sorprender al saber que la Iglesia invita a sus miembros a prepararse para la Navidad por medio de la meditación de esta concepción del tiempo y de la historia. A partir de hoy, temas de la predicación de la Iglesia son la caducidad del mundo que no es la realidad definitiva, la seguridad de la venida futura de Jesucristo glorioso como plenitud de la historia, la necesidad de prepararse para ese encuentro por medio de la responsabilidad moral cotidiana, la esperanza de la futura resurrección de los muertos para alcanzar la plenitud esperada en vez de experimentar la frustración de una vida fracasada.

¿Qué tienen que ver estos temas con la Navidad? Mucho. La Navidad no es solo recuerdo del nacimiento de Jesús, es también esperanza y anhelo del Salvador. Pero los cristianos ya no deseamos el nacimiento del Mesías. Él ya vino. Deseamos su futura venida que completará nuestra salvación. Curiosamente el cristianismo comparte esta esperanza con esa corriente del judaísmo que todavía espera al Mesías, con la diferencia que los cristianos sabemos cómo se llama y quién es.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.

ARCHIVADO EN: