EDITORIAL

En el nombre de Jakelin Caal

Ayer se cerró el capítulo final en la corta vida de Jakelin Amei Rosmery Caal Maquin, quien fue sepultada en Raxruhá, una de los rincones más abandonados de Guatemala. Allí no llega la ayuda gubernamental, ni siquiera la asistencia politizada de quienes disponen de millonarios recursos para usos clientelares, que bajo directrices de altos funcionarios reparten los gobernadores de turno.

La muerte de Jakelin no solo tiñó de luto la Navidad de la familia Caal Maquin, sino que desnudó la triste realidad de millones de guatemaltecos y centroamericanos que no encuentran en sus países la respuesta a su angustiante existencia, mucho menos el anhelado paraíso en donde aspiran a encontrar refugio y un cambio a su destino que les permita cambiar su vida y la de sus seres queridos.

Raxruhá, uno de los municipios de más reciente creación, es la región de donde salió Jakelin junto a su padre, pero ni siquiera tiene categoría geográfica reconocida y por ello adquiere matices preocupantes su patética marginación de las políticas gubernamentales dirigidas desde las urbes. Ni siquiera las autoridades locales han sido capaces de documentar los dramas existentes en muchas regiones similares.

La primera responsabilidad sobre esos dramáticos cuadros de pobreza recae sobre quienes desde hace décadas han politizado la ayuda y utilizado los impuestos de los guatemaltecos en obras clientelares, obviando la planificación del gasto que promueva un mínimo desarrollo. Eso explica por qué Guatemala se ha puesto a la cabeza de los países del continente donde los indicadores de desarrollo se han deteriorado en los últimos años.

La responsabilidad también debe ser compartida por las más altas autoridades estadounidenses, cuyo derroche millonarios de recursos ha sido orientado a velar por su propia seguridad, desatendiendo las necesidades de desarrollo y tolerando a regímenes corruptos, cuya inmoralidad promueve el incontenible éxodo de centroamericanos.

Estados Unidos también debe revisar su propio proceder en el trato hacia migrantes desesperados por la precariedad de su existencia. El lunes, el relator de la ONU en materia de derechos de los migrantes, Felipe González Morales, reclamó a las autoridades de ese país que se investigue la muerte de la menor bajo custodia de la Patrulla Fronteriza y que cese la detención de niños migrantes, porque eso es una violación del derecho internacional.

Seguramente la respuesta de Washington será la misma que reciben los desesperados migrantes en estos países: la indiferencia, como ha sido la tónica más reciente con la administración del presidente Donald Trump, quien está obsesionado en convertir la migración en un motivo político para su propio beneficio, sin promover cambios de fondo en los países emisores de migrantes.

Las escenas observadas durante el velatorio de Jakelin en Raxruhá conmueven, porque su muerte a tan a temprana edad conlleva un mensaje de desesperanza, de perturbación, y su sacrificio debe mover a las autoridades involucradas a encarar con mayor responsabilidad el reto de crear condiciones para una existencia digna, con pleno respeto a sus derechos esenciales.

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