HAGAMOS LA DIFERENCIA

Fuerte sacudida

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Hoy, hace 41 años, el país amaneció devastado, un terremoto de magnitud 7.5 en la escala de Richter sacudió en la madrugada gran parte del territorio nacional. Eran las 3:01:43 horas cuando muchos guatemaltecos fuimos despertados sobresaltados por el sismo, que duró 39 segundos. La cantidad de personas que fallecieron ha sido imprecisa, pero la mayor parte de las fuentes registran por lo menos 23 mil y cerca de 80 mil heridos graves. Los cálculos indican la destrucción de más de 250 mil casas, con lo que quedaron sin hogar más de un millón de personas. En esa época la población total era de 6.352 millones, por lo que estamos hablando que cerca de 20% de los habitantes quedó sin habitación. La destrucción se observaba por todos lados, en carreteras, puentes, casas, edificios. La mayoría de casas estaban construidas de adobe y no resistieron el temblor. El sismo ocurrió por un acomodamiento de la falla del Motagua, con epicentro cercano al poblado de Los Amates, Izabal. El largo de la falla se calculó en 300 kilómetros desde el departamento de Quiché hasta Izabal. El desplazamiento horizontal osciló entre un metro hasta 3.26 metros. Se activaron fallas secundarias, entre ellas la de Mixco. El 6 de febrero se dio la mayor réplica, que terminó de destrozar lo que había quedado dañado.

El pueblo guatemalteco se unió como nunca había ocurrido para enfrentar la adversidad. Muchas personas, en forma voluntaria, contribuyeron al rescate de víctimas. El presidente, Kjell Laugerud (1974-1978), bajo el lema de “Guatemala está herida, pero no de muerte”, emprendió la reconstrucción nacional, se organizaron patrullas civiles para evitar el pillaje que se había desatado, se atendió a pacientes en albergues temporales, pues el 40% de la red hospitalaria fue destruida. El ciclo escolar se interrumpió durante mes y medio. 17 departamentos fueron afectados, siendo el de Chimaltenango el que sufrió mayores daños.

Cuarenta y un año después, el pueblo ha olvidado el acontecimiento. Si bien las construcciones son ahora de bloque, cemento y hierro, los lugares donde se han edificado son vulnerables, pues han aflorado asentamientos humanos que se han ubicado en zonas altamente riesgosas, la población se ha triplicado, las edificaciones se han realizado sin control ni orden. Un acontecimiento de este tipo en las condiciones actuales provocaría severos daños porque, a pesar de las recomendaciones esporádicas que se hacen, pocas familias tienen maletines de emergencia para afrontar una eventualidad como la ocurrida en el 76.

Al estar en el Cinturón de Fuego del Pacífico, nuestro país se encuentra en la zona con la actividad sísmica y volcánica más alta del mundo, por lo que es necesario que se diseñen sistemas de prevención ante terremotos. Podríamos copiar modelos como el japonés, con un sistema de construcción y de alertas que minimizan los daños que un terremoto podría causar. Los japoneses, desde muy pequeños, aprenden las acciones que deben tomar ante un sismo fuerte, mantienen a la mano sus mochilas de emergencia y los colegios efectúan, por lo menos una vez al año, simulacros. Las autoridades en Japón se han vuelto muy estrictas con la reglamentación en las construcciones y el país ha tenido notables avances en el tipo de construcciones y materiales utilizados que absorben y amortiguan golpes. Las víctimas humanas se han reducido considerablemente. Según la historia, las probabilidades de ocurrencia de un terremoto son altas; debemos estar preparados.

samreygo@yahoo.com

ESCRITO POR:

Samuel Reyes Gómez

Doctor en Ciencias de la Investigación. Ingeniero agrónomo. Perito agrónomo. Docente universitario. Especialista en análisis de datos, proyectos, educación digital. Cristiano evangélico.

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