LA BUENA NOTICIA

Gratuidad y responsabilidad

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Aunque en apariencia contrarias, tanto la gratuidad de los dones de Dios como la responsabilidad ante los mismos centran el misterio del Reino de Dios mismo: se trata de aquella “fe responsable” que traduce la acción de gracias por lo que se es y se tiene en “acciones coherentes” que expresan que se valora, que se estima y que se quiere conservar lo recibido.

En la Buena Noticia de mañana, Cristo expone una de sus parábolas más directas y misteriosas: la de un “banquete exquisito, abundante”, de las bodas del hijo del rey, con una dramática sucesión de comensales. Ante el rechazo, “con excusas”, de los invitados y después de la “medida extrema de este al quemar la ciudad”, se abre un espacio ciertamente gratuito para otros que “no estaban en la lista original”: los encontrados en los cruces de los caminos, tanto malos como buenos. Hasta este punto, la actitud del rey es digna de aplauso: como en el caso de la viña el domingo anterior, al desprecio y maldad de los destinatarios originales, ahora otros gozan de la bondad del anfitrión. Pero todo cambia en la genial segunda escena, cuando su generosidad se transforma en demanda, hasta cierto punto “ilógica e injusta”: viendo a uno que no llevaba el traje de fiesta —se supone que nadie estaba preparado con dicho traje, pues fueron llamados sorpresivamente—, el rey le expulsa a un lugar radicalmente duro, donde hay “llanto y rechinar de dientes”.

Tres anotaciones se conjugan: 1) “Declaramos que la salvación es un don gratuito de Dios, independiente de las obras humanas para lograrla… pero que la aceptación de dicha salvación gratuita se convierte en una fe movida por la caridad (Gálatas 5, 6)”… expresa más o menos el enunciado conjunto católico–luterano del 31 de octubre de 1999.

Como es sabido, dicha declaración culmina en forma definitiva el largo debate sobre “la fe y las obras” que marcó la diferencia de M. Lutero y el catolicismo (1483-1546). Sin embargo, conjugar siempre y coherentemente gratuidad y responsabilidad aún es campo de trabajo en todos los sectores de una sociedad “muy religiosa” y al mismo tiempo capaz del “divorcio entre Fe y vida” que denunciara hace 34 años San Juan Pablo II en su primera visita a Guatemala; 2) Vestir el traje —referencia bíblica a la identidad cristiana desde el bautismo— es ciertamente un proceso inexcusable: en el ambiente familiar, en la administración pública, en todas las áreas de la existencia de alguien se espera aquella “coherencia madura” cuya ausencia es peligrosa, pues “si no se vive como se piensa, se termina pensando como se vive” (G. Marcel, 1889-1973); 3) Finalmente, es posible llegar al “cinismo” (del griego kíon = perro que muerde hiriendo) de usar la fe como “pantalla” para ofender la justicia y el sentido común de la sociedad: “el hombre sin el vestido de fiesta se quedó callado”, como diciendo que le importaba poco el reclamo del rey.

Que la oración del Rosario en el mes de Octubre invite a todos en todos los credos a conjugar gratuidad y responsabilidad en tiempos donde “la desnudez del rey” —como en el cuento infantil— ya no es callada por respeto, sino indicada como reclamo para que la sociedad pueda confiar en los “investidos” de responsabilidades —familia, Estado, empresa, religión— y para que el ideal banquete del bien común sea el objetivo claro de todos los invitados.

 amons.esc@gmail.com

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.